Miguel + Las Mecánicas, o cómo hacer ropa nueva de trapo viejo. Cambiar de vestuario -80’s vs 70’s- para regalar la música de siempre: un pop pelín empalagoso mezclado con easy listening, idóneo para autopistas. No olvidar poner la sordina para no molestar, no vaya a ser que el consumidor mire para otro lado –léase Duran Duran, Tears for Fears, Spandau Ballet o Aztec Camera por ejemplo-.
Mike + The Mechanics se metieron en música cuando podían haber montado un equipo de fútbol. Se adelantaron a la estrategia adoptada por los equipos con presupuestos estratosféricos: agrupar talentos dispares y cruzar los dedos para que la salsa cuaje. En el caso de Miguelito el mecánico, cuajó.
Diez millones de álbumes vendidos, incluso en los 80’s que parecía que llovían discos, es un número más que respetable. Eso sí, a Mike Rutherford no le parecerá tanto. Como miembro fundador de Genesis, estaba acostumbrado a números mayores –se evalúan a 150 millones las copias vendidas por la banda de Peter Gabriel y Phil Collins-. Pero se aburría un poco y quería comprobar si era capaz de sacar discos en solitario. Lo logró –sacó dos a principios de los 80’s-, pero nadie se enteró.
De ahí la idea de llamar a algunos buenos compositores y letristas, músicos y cantantes, para montar un grupo desde cero. El primero que se juntó fue Paul Carrack. Tampoco precisamente un desconocido. Había iniciado su carrera con un grupo setentero inclasificable de jazz rock progresivo llamado Warm Dust, antes de fundar las bandas Ace y Squeeze, reliquias new wave de la época. Además, participó como músico en un sinfín de grupos con mucho pedigrí, Roxy Music, The Smiths, The Undertones, John Hiatt, The Pretenders o Nick Lowe.
Luego se acopló Paul Young. Paul Young no, Paul Young. Quiero decir, no el Paul Young de Come Back and Stay (1983) o Love Of the Common People, intérprete de canciones para chiquillas de 16 a 18 años, ese no. Sino el Paul Young de Sad Café, un grupo de finales de los 70’s con el que interpretó éxitos para chiquillas de 18 a 20 años. ¿Ves el matiz?
Por último se incorporaron Adrian Lee como teclista y Peter Van Hoocke, batería en seis o siete álbumes de Van Morrison y un par de discos de Chris de Burgh. Una vez cerrada la alineación, se metieron en manos de un productor y de un compositor, con el único propósito de llegar a lo más alto en las listas de ventas.
Y así fue. Durante diez años (85-95) y cuatro álbumes, colocaron numerosas canciones en los charts, consiguiendo ventas no precisamente cuánticas –a que te la esperabas esta ¿eh? I am the milk-. Silent Running, All I Need Is a Miracle, Word of Mouth, The Living Years y por último Over My Shoulder en 1995, que fue la última vez que se les vio por estos lares. Los fans dirán que no es así, ya que incluso el año pasado estuvieron de gira -pongo fans en plural, pero sé que es una osadía-. Pero seamos sinceros, se les ha acabado su tiempo, la mecánica está oxidada.