Richard Anthony – Et J’Entends Siffler Le Train

Juro por dios Elvis que no tenía pensado dedicarle una milésima parte del blog a Richard Anthony. Pero resulta que Ricardo Btesh –su verdadero nombre, nada vendedor- falleció ayer con 77 años.¿No sabes quién es? Descuida, no tienes por qué. Qué se le va a hacer… el Tomate que se hizo ciudadano del mundo escuchando los Sex Pistols en 78, era pequeñito pequeñito cuando Richard Anthony se hizo grande en los 60’s. Y a nadie le hace gracia que se mueran los artistas que sonaban en la radio mientras tu madre te daba el pecho.

Es un poco como si Raphael dejara definitivamente de salir en TV1 en Navidades. No te impediría dormir, pero te sentirías nostálgico de cuando te importaba un pepino la marcha del mundo. Por suerte, Richard Anthony, que formó parte de la ola yéyé que cambió por completo la sociedad gala a principios de los 60’s, tuvo una vida repleta de anécdotas, que a mi me facilitan mucho la tarea.

A finales de los 50, París era algo así como el Lampedusa de los Cairotas -esta no va a gustar-. Con una salvedad importante: los egipcios que venían a establecerse en la capital francesa no lo hacían en embarcaciones de cartón, sino en avión. Y no viajaban con los bolsos vacíos, eran en su mayoría hijos de. Dalida, Georges Moustaki, Guy Béart, Claude François, muchos artistas que triunfaron en Francia eran de origen egipcio… Richard Anthony era hijo de madre inglesa y padre sirio, industrial del textil en El Cairo.

Richard Anthony

Cuando desembarcó en París en 1951, tenía trece años y una pasión por el jazz. De estudiante, compaginaba su carrera con los conciertos de jazz que daba en el barrio de St Germain. En 1958, grabó sus dos primeros singles, versiones de dos estándares de un rock naciente: You are my destiny, de Paul Anka y Peggy Sue, de Buddy Holly. El éxito le llegó con veintiún años, cuando reinterpretó Three Cool Cats de los Coasters. En francés se llamó Nouvelle Vague.

Durante algunos años fue la palabra de moda en el país vecino. Cine, música, ropa, coches, muebles, diseño, poco a poco Francia salía de su tradición rural para adentrarse en el americanismo urbano. En 1959 se estrenó un programa radiofónico, Salut Les Copains, que cambió a la juventud francesa para siempre. Tres años después salía el ejemplar número 1 de la revista de papel y en 1963, en un hecho sin precedente para la época, con motivo de su primer aniversario, Salut Les Copains congregó a más de 150.000 jóvenes en un macro concierto. El cartel aglutinaba a muchos de los artistas yéyé, con Richard Anthony en primer plano. Medio siglo después, cuesta entender el seísmo provocado por este acontecimiento en una clase política todavía muy conservadora.

El año anterior, Richard Anthony se había hecho grande, muy grande, con unas de las canciones más emblemáticas de la época, Et J’entends Siffler le Train. Algo así como Oigo cómo silba el tren. Al igual que la casi totalidad del repertorio del cantante, se trataba de una versión, esta vez concretamente de una canción folk resucitada en 1961 por la banda The Journeymen y más adelante por el trio Peter, Paul & Mary.

En 1967, en contra de la voluntad de su discográfica que se negó a financiarle el estudio, puso de sus bolsillos para sacar una versión del Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo, con el beneplácito del maestro valenciano. Vendió cinco millones de ejemplares de la canción, en un país que en aquella época sólo contaba con 47 millones de habitantes. Eso es lo malo de cantar en francés, quitando a los galos, tres belgas pelados, dos suizos panzudos y cinco canadienses con puré en la boca, no hay más potencial.

Claro, con este tipo de carrerón, hay sitio para un montón de anécdotas. La más curiosa tiene que ver con los cuatro sosos de Liverpool. Richard Anthony, que estaba casado con una tal Michèle, era amiguete de Paul McCartney. Este último, inspirándose en la esposa de su amigo, compuso la canción Michelle y se la ofreció. Pero el muy cretino rechazó incluirla en su repertorio, por miedo a la reacción de sus fans. Lo mismo hizo con Les Vieux, que Jacques Brel le ofreció interpretar, pero se negó.

En el fondo esto no impidió que a la largo de más de cincuenta años de carrera -56 exactamente-, vendiera más de cincuenta millones de discos. Fue uno de los grandes. Esta noche pondré sus hits en el toca discos y me pondré a mamar una teta, o mejor dos, que uno se ha hecho mayor.

 

 

 

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