Si te digo el King, en un micro segundo sabes de quien hablo -no, de Fiouck no-. También pasa con el Boss, La Voz, el Duque Blanco, el Genio de Minneapolis o Sus Satánicas Majestades. Hay un puñado de artistas que se han ganado a pulso un mote para la posteridad y cuya propiedad o autoría nadie pretende ni se atreve a discutir -por ejemplo con El Cretino, ¿quién quiere ser como Morrissey?-. Cuando te pegan uno de estos motes, supongo que algo habrás hecho bien para merecerlo. ¿Qué hizo de genial Bryan Ferry para que le llamen el Dandy?
Como mínimo vestir y aparentar como nadie. Hace mucho, un periodista inglés declaró que con esta elegancia, habría que colgar a Bryan Ferry de una pared en la Tate Gallery. Hoy, a pocos meses de cumplir setenta años, sigue siendo el mismo tipo refinado, esbelto, pelo artísticamente revoltoso, ojos claros y sonrisa encantadora. Bryan es fiel a Ferry, sólo tiene dos amores: él mismo y Roxy Music.
Y eso que nació (1945) en una región inglesa en la que el único traje que importaba era el de minero. Su padre vendía caballos de mina, por lo que se crió en un ambiente gris y lluvioso, áspero y poco dado a las lentejuelas hollywoodianas con las que soñaba. Primero se apasionó por el jazz de los años treinta, luego el rythm’n’blues y el soul, para finalmente caer en brazos del rock a finales de los 60. A punto de incorporarse a King Crimson, montó Roxy Music con Brian Eno y se convirtió en el aristócrata del pop, culminando la aventura con un maravilloso álbum, Avalon, en 1982.
Desde entonces el impecable cantante, quitando algunas reformaciones para dar conciertos y reactivar ventas, se ha dedicado a él mismo. Una carrera en solitario -iniciada en paralelo a Roxy Music– marcada por la publicación de diez discos, algunos tan en la línea de su anterior banda que era imposible saber si era de él o del grupo, otros más alejados, como los de versiones de Dylan o de estándares de Jazz. Hace dos meses se publicó Avonmore, y de repente estamos de nuevo en 1982.
Al igual que Bowie, Bryan Ferry ve que el tiempo pasa y que toca el momento de las memorias, del legado. No ha escatimado en recursos ni refuerzos, se ha rodeado de los mejores y ahí está el resultado: Avonmore es un autoretrato luminoso, de una clase pasmosa. Cierto, hasta el momento no lo había escuchado apenas, para darse bofetadas.
Ocho canciones nuevas y dos versiones –Johnny & Mary, de Robert Palmer, sólo acompañado por Todd Terje en los teclados, wow- con las que da un repaso a todas las músicas que le han acompañado a lo largo de su vida. A su lado, algunos de los músicos más codiciados del planeta. Marcus Miller, bajista americano que ha trabajado con Miles Davis y Luther Vandross, Maceo Parker, antiguo saxofonista de James Brown, Ronnie Spector, cantante del grupo The Ronettes -1959 a 1966-, Niles Rodgers, el genial guitarrista de Chic, que declaró en su día haber querido montar su grupo después de ver Roxy Music interpretar Love Is The Drug en la tele, y Johnny Marr, antiguo guitarrista de The Smith, con su comparsa el Cretino.
Es un gran disco, gran gran gran disco.
Pues sí que me gusta, sí. Aunque he de reconocer que no comparto el entusiasmo general por la versión de «Johnny & Mary»: correctita.