Tengo una camiseta con una foto en blanco y negro de Kate Moss, cigarro en la boca, pecho desnudo, vaqueros desabrochados, una mano encima del pubis. La compré sin saber que era ella y de saberlo, igual la dejaba en la estantería. Nunca me ha gustado este personaje y lo que representa, pero esta foto me encanta, tiene mucho de rock’n’roll attitude. Eso sí, cuando me preguntan quién es, suelo contestar que mi novia, pero todo el mundo se ríe y nadie me cree. Es bastante descortés, sois mala gente definitivamente. Sólo una vez, un amigo, uno de verdad, me dijo: “no puede ser, ella está con el músico de The Kills”.

Somos mezquinos, yo el primero. A primera vista, el cantante guitarrista del grupo que pretende ocupar el puesto de referente rock garage no puede ser el novio de la figura más fashion bling bling de los últimos 1.000 años. Como que algo no cuadra. ¿Te imaginas al cantante de Barricada cubriendo a besos a la Cospedal? En el fondo, por qué no. ¿Enrique Villareal con pantalones de flanela gris y camisa rosa o María Dolores con chupa de cuero?

A Jamie Hince, el cantante de The Kills, no parece haberle afectado esta relación “sospechosa” -según mis criterios cretinos-. El cuarto y último disco del dúo sigue en la misma vena rock garage energizante. Además el grupo sigue atrayendo las simpatías más inverosímiles. Por ejemplo la de Lars Ulrich, batería de Mettallica y fan declarado de The Kills. Él insistió para que el dúo hiciera de teloneros del grupo de metal en su concierto en el Stade de France en París en 2012, delante de 70.000 tipos de pelo grasiento y manchas de cerveza en la tripa. Una elección poco juiciosa, la verdad. El público se pasó el tiempo insultando a los dos músicos que ni se inmutaron y terminaron con el dedo mayor levantado. Tss, jóvenes…

La relación de los dos componentes de The Kills con el rock viene de lejos. Él se crió primero en Suráfrica y luego en una isla escocesa pequeña, es decir a años luz de un escenario. Tuvo que esperar a cumplir mayoría de edad para irse a Londres y meterse en la primera sala que se encontró; aquella noche tocaban The Fall, los hay con suerte. Ella, Alison Mosshart, vivió toda su juventud en un pueblo remoto de Florida, donde no había ni siquiera una tienda de discos. Su madre le prohibía ver la tele, sustituyendo la pantalla por pinceles y lápices de color. Le pasó lo mismo que a su amigo, no pudo ver su primer contacto hasta conseguir su carne de conducir. ¿Es esta sensación de mono que les llevó a crear una de las bandas rock garage más furiosas del panorama? Y yo qué sé, es una pregunta de verdad, contesta tú.

Salieron a la sombra de otras bandas más conocidas. Primero The Strokes, luego The White Stripes. Además tenían una actitud de rechazo hacia el dinero que rodea el rock, negándose a tocar en festivales con esponsor, o huyendo del canto de las sirenas de las majors. Pero un día, después de pasar treinta meses preparando su tercer álbum, Midnight Boom, se dieron cuenta de que estaban totalmente arruinados. Así que no les quedó más remedio que cambiar de postura. Incluso aceptaron aparecer en dos campañas publicitarias para una marca de ropa cara y otra de ropa interior. El dúo rock chic. Si a ello añades la relación del guitarrista con la famosa modelo, lo tenían todo para acabar mal.

Pero a The Kills no les preocupa. Lo cuentan con calma y serenidad. Reconocen que la industria ha cambiado por completo, que hay que ir a por el dinero este donde este, con tal de seguir haciendo las cosas a tu gusto, sin renegar nunca de tus orígenes y ganas. Su cuarto disco, Blood Pressures, de 2011, es la mejor prueba de ello. Once canciones de rock furioso magistralmente interpretado y producido. Empieza por Satellite, luego Baby Says, Future Starts Slow, es bueno para lo que tienes.