En 1987, gracias a un grato cúmulo de circunstancias, tuve una oportunidad irrepetible de irme con un amigo casi tres semanas de vacaciones a EEUU, by the face. Con la edad que tenía, era como tocar el cielo gratis. Anécdotas, mil. Recuerdos divertidos y tiernos, otros mil. Risas tontas, innumerables. En especial aquel viaje de vuelta de Las Vegas a Los Angeles en un coche de alquiler a punto de reventar.
Habíamos hecho el camino inverso el día anterior, pasando cerca de Death Valley, enterándonos poco después de que nos habían dado la bienvenida con uno de los cerca de mil ensayos nucleares que se hicieron en esta región desértica de Nevada en décadas. Pasamos la primera parte de la noche gastando en un casino los pocos cuartos que teníamos y la segunda parte durmiendo en el coche, despertándonos a las ocho de la mañana con cerca de 50 grados en el interior –el sol de Madrid en pleno agosto es de risa al lado de cómo pega allí-, sudorosos, hambrientos, pero con prisa por devolver el coche en L.A. antes de que nos clavaran otro día.
Así que íbamos tan felices por esta carretera nº 15, en línea recta durante kilómetros y kilómetros, sin siquiera un árbol o un arbusto para variar el panorama inmensamente llano. ¿De dónde saldría el coche policial que llegó por detrás con la sirena a tope? Es un misterio, aquel truco roza la magia la verdad. Llegamos a pensar que un helicóptero lo soltó desde los aires. Estos yankees, they are the fucking milk. Total, este amable policía con Rayban Aviador nos puso una multa por ir a más de 160, en una carretera limitada a poco más de la mitad. Nos dejó muy claro –no se creó ni un minuto y con razón, que no entendíamos una sola palabra de inglés- que teníamos que parar en el pueblo siguiente, para hacerle una visita de cortesía al sheriff y pagar la multa. Todavía nos reímos de la inocencia de este señor. Primero de pueblo no vimos ni uno hasta llegar a la costa y de todos modos no teníamos ninguna intención de soltar unos dólares que ya no teníamos. Pusimos la radio y empezó a sonar Luka, de Suzanne Vega.
Podía haber sido La Bamba, de Richie Valens, porque entre ambas canciones tenías el 95% de la programación musical de las cadenas de radio US. Estas cuando se hacen con un hit, no lo sueltan hasta dejarlo exangüe por el suelo. De la primera nos cansamos rápido, a los tres días ya estábamos dándole martillazos a la radio cuando saltaban los primeros acordes de guitarra. Con la Vega aguantamos un poco más, pero pronto empezó a chirriarnos igual. Una pena en el fondo, porque esta cantante fue la primera en arriesgarse con el delicado tema de los abusos a menores.
Aquel verano del 87 fue el punto culminante en la carrera de Suzanne Vega. Realmente se adelantó veinticinco años a la moda del indie folk, mala suerte. Eso de ser visionario, lo justo. A mi me gustó desde el primer álbum publicado en 1985, homónimo –es increíble la cantidad de artistas o grupos que no le dan título a su primer trabajo-. Contenía una perla agridulce, Marlene On The Wall. Lo suyo no era la militancia o el compromiso social, más bien la introspección y cierta melancolía. El disco fue clasificado en el #10 de la lista de los cien mejores álbumes de los 80’s por Rolling Stone, y figura en el famoso libro 1.001 Discos que deberías escuchar antes de morir.
Dos años más tarde sacó Solitude Standing, que la consagró y fue disco de platino en numerosos países. Luka –compuesta en 1984 pero no publicada hasta el momento- fue un tremendo hit, al igual que Tom’s Diner. Pero la que me gusta a mi es la que le da título al disco, Solitude Standing. En veintisiete años no he dejado de escucharla. Me resulta tremendamente nostálgica. Una joya.
Luego no sé muy bien lo que le pasó. No sé si soy yo quien la perdió de vista o si ella no supo conectar más con el gran público. Sigue cantando y sacando discos, siendo el último de febrero de este año, Tales From The Realm Of The Queen Of Pentacles. Sólo he escuchado la primera, Crack In The Wall. Grata sorpresa, a misma voz y la misma guitarra, muy delicada y muy bonita. Te la dejo para escucharla. Good Fiouck.
hoy te he visto, paseando por Berlin
leyendo periódicos subversivos ¿eh?
ja ja ja¡¡ hay que escuchar a todos