Un hombre llama a una cadena de radio y explica al locutor que acaba de encontrar una cartera, con cincuenta mil euros dentro. En directo en antena, dice que a parte del dinero, la cartera contiene el DNI de su dueño, “pertenece a un señor que se llama José Alberto Iridoy Zabala, por si nos está escuchando”. El locutor, intrigado, le dice “Genial, y ahora qué quiere que hagamos?”. A lo que el hombre contesta: “Sería tan amable de dedicarle una canción?”.
Ya, qué quieres que te diga, desde que me mandaron este chiste esta mañana, estoy con la risa tonta, la de los nervios. Ya lo sé, me conformo con poco. En todo caso, con un sentido del humor así, seguro que aquel afortunado hombre tiene un gusto musical exquisito y pediría algún tema de Benjamin Booker.
Porque Benjamin Booker es enorme. Le descubrí hace poco, y cada vez que escucho su single arrollador, Violent Shiver, se hace más fuerte la idea de que estamos ante un crack. Uno auténtico, nacido para durar y hacerse un hueco en el altar. Es un bambino -23 años-, pero qué poderío. Además es un buen chaval, a la vez entusiasta e incrédulo con todo lo que le está pasando.
¿Qué le está pasando? Más o menos lo que a todos los pocos elegidos. En tan sólo seis meses, ha pasado de tener un mini job alimenticio que le permitía disfrutar de su verdadera pasión, la música, a tocar Violent Shiver en el Late Show de David Letterman en la tele US.
Benjamin Booker vive en La Nueva Orleans. Dice de esta ciudad que es el mejor lugar para vivir en EEUU, porque el huracán Katrina de 2005 ha despertado una conciencia común y una empatía muy especial entre los artistas, propicia a la creación. Aunque en su caso, con el talento que tiene, podría vivir en Pionyang que no se notaría en sus canciones.
La música de Benjamin Booker es fruto de una unión esencial -obscena y lúbrica diría la Conferencia Episcopal-, la de dos ramas de un mismo género, el Blues arriscado del Misisipi y el punk furioso de Nueva York. Grandiosa alquimia de dos formas de entender la música: una contemplativa y otra combativa. Tiene ante sí un inmenso terreno de juego creativo, pero Benjamin Booker no tiene miedo, sólo respeto por todo lo que le está pasando.
Hijo de padres militares muy religiosos, si bien no siguió el deseo de sus progenitores de convertirse en oficial del ejército, sí ha conservado un inmenso respeto por su entorno y el destino. Es extremadamente lúcido sobre esta oportunidad que algunos le están dando, sabe que no habrá dos. De adolescente, probablemente por rebeldía hacia la autoridad, se metió de lleno en la música post punk US -la única capaz de quemar toda la energía que uno acumula a esta edad-, de Sonic Youth a White Stripes, pasando por Nirvana. Con dieciocho descubrió el blues del Misisipi, el de Robert Johnson y sobre todo de Blind Willie Johnson, su verdadero héroe.
Así que cuando empezó a tocar, mezcló naturalmente los dos géneros, con un brillo pasmoso, consiguiendo un estilo muy propio que le hacía triunfar allá donde le invitaban a producirse. Hay que verle en directo, la sonoridad blues de su rock con la energía punk de su actitud es una gozada. Escucha Violent Shiver, la guitarra empieza como una de Chuck Berry de 1957, a los 15 segundos arranca la batería, brutalmente 2014 y enseguida asalta la voz de Benjamin Booker, maravillosamente ronca y peleona. Wow… ¡ rock’n’roll !