¿Qué es una canción de culto? No creo que admita una única respuesta, pero para que un tema acceda al honor de ser considerado como tal, se tienen que respetar algunos criterios y normas. Estos son los míos. Lo primero, la antigüedad. Una canción del año pasado no puede ser de culto. Tiene que haber pasado mucho tiempo desde su publicación, décadas diría yo. Luego la tiene que conocer poca gente. Cuanto más afamado es el artista o grupo, menos probabilidad hay de que tenga una canción de culto en su repertorio. Sobre todo ahora con internet, nada se queda escondido mucho tiempo. Tercero se suele (re)escuchar con alguna sustancia euforizante en el cuerpo, alcohol, cigarros LP, cuscús –espero que este post no te pille siendo las 8h de la mañana-. Y cuarto, se suele poner en el toca discos –no soy especialmente desfasado, es solo que es más de culto aún si la tienes en vinilo- para lucirte cuando tus amigos han cumplido de sobra con la tercera regla. Encanta oírles decir: ”y esta canción, ¿wtf?”. En ese momento reanimas el fuego en la chimenea, pides silencio y les cuentas…
Stéphan Eicher, Grauzone, Noise Boys. Tres grupos, un mismo músico, el primero de la lista. De madre alsaciana y padre zíngaro violinista de jazz, nació en Suiza y allí se crió, en la parte de habla alemán. Atraído por la música rock y punk de finales de los 70’s, con dieciséis años se marchó a Zurich a vivir la vida. Sobrevivía de día con mini Jobs –ya en esta época un mini job en Suiza era como aquí tocar el grial- y se ponía las pilas de noche, en las salas y discotecas rock de la ciudad. Como estudiante de Bellas Artes, organizaba conciertos raros y divertidos del grupo que había montado con una pandilla de amigos, Noise Boys, como aquella noche en la que todos los integrantes del grupo intentaron tocar sus temas con un casco audio en la cabeza, que les difundía a todo volumen Tristán e Isolda, la ópera de Wagner. Ays jóvenes…
En 1980, se hizo con el material “abandonado” por un grupo después de que la policía irrumpiera para poner fin al caos de un concierto –en Suiza, no hace falta que el silencio en el vecindario figure en la constitución, es tabla de ley-. Compuso en solitario siete temas inspirados en las canciones de Noise Boys, para divertirse. Las grabó en una cassette de la que sacó 25 ejemplares para regalar a sus amigos. Una de ella terminó por casualidad –el hada buena, ya sabes- en las manos del dueño de un sello discográfico a punto de editar un disco recopilatorio de la escena post punk suiza. En paralelo, Stephan Eicher se había incorporado al grupo de su hermano pequeño, Grauzone. Cuando el sello les pidió una canción, la crearon a medida para la ocasión. Eisbär. El oso polar, cold wave minimalista y repetitiva cantada en alemán. Nadie se esperaba ni sospechaba lo que pasó: en pocas semanas se vendieron más de 600 mil ejemplares del single en Suiza y Alemania.
Sin embargo, fuera de estos dos países, pasó bastante desapercibida. El “bastante” es importante para que un tema se convierta en objeto de culto. Sólo he conocido dos lugares nocturnos donde se podía escuchar. En mi ciudad natal, en la única discoteca rock que había, y en Madrid, en la sala Sol, cuando se ponía al mando DJ CSR, biblia musical incansable –en este blog hay dos o tres posts de artistas que conocí gracias a él-. Así que para devolverle el favor, añado dos canciones del primer combo de Stephan Eicher, Noise Boys.
Si Eisbär es una canción de culto, ya te digo las otras dos –en especial la versión de Sweet Jane, de Lou Reed-.