Imagina por un momento… Bueno no, no lo intentes, ciencia ficción. Bueno a ver, te digo de qué va y tú tratas de imaginarlo. Primero, a la hija de Rodrigo Rato, ex Vicepresidente del Gobierno de Aznar de 2003 a 2004 –callaré el resto, que me tiemblan las manos-, cantando rock. Si no te ha entrado el sofocón, ahora imagina lo siguiente, la hija de Florentino Pérez cantando country. Ah que cuesta hacerse a la idea, ¿verdad?
Pues esto mismo está pasando en Francia. Mi primera reacción fue la de echarme las manos a la cabeza. Pero en el fondo por ser hijas de, ¿por qué no van a tener derecho a hacer lo que les da la gana? Otra cosa es que lo hagan bien, pero para gustos y colores, ya sabes.
Primero está el caso Marie Streiss. Se inventó este nombre temerosa de que su verdadero apellido pudiera entorpecer su carrera de modelo, iniciada en 2005, cuando su padre, Dominique de Villepin, era ya Primer Ministro del gobierno conservador de Chirac. No es un hombre angelical, estuvo implicado en un asunto sucio en el que se enfrentó duramente con Sarkozy, pero para los franchutes, quedará como el orador que puso contra las cuerdas a Donald Rumsfeld en un emotivo discurso contra la guerra en Irak, pronunciado en la ONU el 14 de febrero de 2003, en el que recordó de forma elegante al americano “que la vieja Europa, representada por Alemania y Francia, se la podía meter por el culo”. Fue la última vez que me sentí realmente orgulloso de ser francés.
Total, su hija quiso emanciparse de tanta presión, con razón. Estudiaba en Nueva York cuando un caza talentos de agencias de modelo cambió el rumbo de su vida. Salió en portada de las principales revistas de moda, al mismo tiempo que arrancaba como actriz. No apunta a ningún óscar, de hecho la única vez que se podía haberla visto al internacional fue en la película de Tarantino, Malditos Bastardos –¿se refería a Donald Rumsfeld?-, pero la mala suerte hizo que en el montaje final desapareció su papel. En 2010, en plena tormenta de nieve en Nueva York, se quedó bloqueada en el aeropuerto y conoció a unos músicos en la misma situación.
Montaron un pequeño grupo de rock, llamado PinkMist, que hoy no despega. Vaya nombre tú también, PinkMist se refiere al chorro de sangre que se escapa de los cuerpos de las pobres víctimas de los snipers. La música que tocan no es mala ni mucho menos, puedes juzgar por ti mismo con las únicas dos canciones que he encontrado por ahí. Donde sí consigue ponerme de mala leche es cuando se refiere a ella misma como punki. Me chirría la banalización de esta palabra. ¡No por enseñar una teta en portada de la revista erótico chic para hipsters geeks galos se es punki, Marie Galouzeau de Villepin! Ay, que me pongo colorado…
Luego está el caso de Sophie Tapie. Ella es hija de Bernard Tapie, posiblemente el hombre de negocios –muchos de los cuales bastante turbios- más conocido en Francia y muy a pesar mío, admirado. Durante años fue Presidente del Olympique de Marsella, época en la que el equipo consiguió la única Copa de Europa ganada por un club francés, aunque el título fue envuelto en un feo asunto de corrupción por parte de los dirigentes, una historia complicada que me da pereza ampliar, aparte de que te interesará probablemente menos que un pepino.
Su hija se mantiene al margen de la imagen de su padre, ya que sufrió en su carne el ostracismo de sus compañeros de clase durante mucho tiempo. Hoy vive por y para sus caballos en las afueras de París y trata de hacer despegar su carrera como cantante de música country. Tuvo una revelación por esta música a los diez años, cuando escuchó por primera vez a Johnny Cash cantando Folsom Prison Blues. El año pasado se fue a grabar a Montreal un álbum que se publicó este año. El resultado es bastante penoso, más que country, suena como uno más de chanson française de supermercado. Y encima lo llamó Sauvage, por dios…
Marie y Sophie, hijas de, suerte para ambas, que he de currar.