Hugh Glass se topó con una osa Grizzly a la que seguían dos oseznos juguetones, pero no era Youtube. “A comer”, pensaría ese trampero yankee. Eso mismo se dijo la osa, nefasta coincidencia. 550 kilos de músculos nutridos con miel salvaje frente a 80 kilos alimentados con Jack Daniels. Ganó el Ursus Arctos Horribilis en un plis plas y los tres animales se cebaron con el cuerpo del cazador, dejándole hecho un cristo.

Sus compañeros de aventura le dejaron tirado, pensando en que no sobreviviría. Tenía una pierna rota y tales heridas en la espalda que se le veían las costillas. Cuando despertó, abandonado en los bosques del Dakota del Sur, primero se desesperó porque “no veré nunca el post #1.000 de Fiouck” –vale que corría el año 1823, pero los hay con capacidad de anticipación-. Luego recapacitó y se puso mano a la obra.

Se volvió a torcer pierna y huesos hasta que se pusiera todo más o menos recto  –y yo que me quejaba cuando me picaron las dos avispas hace un mes– y para evitar la gangrena, se colocó como pudo en un tocón podrido, para que los gusanos blancos se deleitaran con sus carnes muertas. En las semanas que siguieron, reptó durante kilómetros y kilómetros, alimentándose con bayas y raíces. En una ocasión logró ahuyentar a una pareja de lobos para comer la carne del bisonte que habían matado poco antes. Hasta que por fin llegó hasta el río Cheyenne. Allí confeccionó una balsa rudimentaria para bajar hasta llegar al fortín Kiowa, de donde había salido varios meses antes. Se le recibió con los ojos como platos y se le elevó a la condición de héroe nacional –parece ser que este año se va a estrenar una película sobre su hazaña-.

Esta y otras historias, reales o ficticias, cuentan Of Monster And Men en sus canciones. Parece que la cosa funciona, el primer hit de este combo islandés, Little Talks, publicado en 2011, supera los 170 millones de visionados. Y yo sin conocerlos hasta ayer. Por suerte no creo haberme perdido gran cosa, me suenan a grupo de chiquillas, con vídeos oníricos y épica de supermercado. Intuyo que confunden onirismo con onanismo, pero cada cual con su uso del vocabulario.

La banda está formada con autóctonos de nombres imposibles de escribir, ¡como para pronunciarlos! Hilmarsdóttir, Brynjar, Ragnhildur Gunnarsdóttir, Ragnar þórhallsson. Dieron sus primeros pasos en 2009, después de que la cantante –la primera de la lista- decidiera rodearse de músicos después de intentarlo en solitario como Songbird. La suerte les sonrió en 2010, cuando una radio americana les grabó interpretando Little Talks en un salón. El vídeo hizo el buzz en youtube, y a las pocas semanas firmaban con un sello.

El primer álbum, My Head is an Animal, logró subir hasta el #1 en Islandia –no es complicado, hay tres grupos, ellos, Björk y Sigur Ros-, pero también en otros países como Estados Unidos, y subió hasta el #3 en UK, donde sí que es una hazaña visto la cantidad de pretendientes a los puestos de honor. En 2013 un tema inédito de la banda, Silhouettes, se incluyó en la BSO de Hunger Games, cosa que terminó de agigantarlos.

En marzo de este año salió el segundo disco, Beneath The Skin. El primer single, Crystals, va camino de ser un nuevo Little Talks. Indie pop demasiado facilona como para quedarse. Musicalmente no está mal, pero la voz y los coros les traiciona. Se ve que quieren gustar a un público joven y llenar los carteles de los principales festivales. Crystals, himno indie pop veraniego. En septiembre, a otra cosa mariposa. Pero habrá que estar atento a The Revenant, quiero ver cómo Hugh Glass se vuelve a poner la pierna en su sitio. Madre mía…

Mientras tanto, ya sabes, sube el volumen, luego zumito (con gusanito blanco para las vitaminas), y a misa.