Esta noche voy al concierto de Sleaford Mods, en la sala Sol de Madrid. Wow. Me chifla este dúo británico, esencia rock del momento, gran agitador de las conciencias de una isla que tiende a dormirse con mucha facilidad. Música bruta, despojada de cualquier artífice, sin fioritura ni bling bling indie, punk rap tribal y minimalista, letra áspera, abrasiva y ácida. Allí estaré, cigarro y gin tonic en mano. Esto se celebra, coño.
Leyendo una corta reseña sobre el grupo –¡estos bloggeros vagos que encima cobrarán!, el autor comparaba al dúo londinense con un mix de música punk y el rap de Wu-Tang Clan. No sé mucho de rap, pero sí algo de Wu-Tang Clan, y la evolución místico comercialo marketiniana del colectivo de Staten Island dista mucho de acercarse al ideario anarquista y/o izquierdista de Sleaford Mods. La música no son sólo sonidos.
¿Qué es el Wu-Tang Clan? Y yo qué sé. Na, es broma, ahora te lo cuento. Es un colectivo de músicos, cuyos fundadores venían de Brooklyn –algo así como el Barrio de Salamanca del rock-. Forjado por los históricos RZA, GZA y Ol’ Dirty Bastard –fallecido en 2004-, son los creadores de, más que rap, un soul sucio callejero que acalló en su día el rap de la costa oeste.
Son unos apasionados de las artes marciales y la mitología asiática, de ahí el nombre del grupo: el Wu-Tang es una cadena de montañas en la provincia de Hubei, en China, plagada de templos maoístas y considerada como una de las cunas míticas de muchas artes marciales. A ver, iluminados un poquito sí que son, porque además todos los miembros del clan forman parte de la Five Percent Nation.
Esta organización yankee fundada en 1964 por un miembro de la Nación del Islam, Clarence 13X, antiguo alumno de Malcom X, parte de la siguiente idea: un diez por ciento de la humanidad conoce la verdad de la existencia y obra para mantener otro 85% en la ignorancia, pero menos mal, ahí está el 5% restante, saben todo lo que se está tramando y luchan para que se haga la luz en la mente del 85% y que el 10% del principio se deje de tonterías de dos duros –por muy europeo que me considero, no me hago a la idea de decir dos céntimos-.
Total, cuando no se lían a mawashi-geri o echan pestes contra la elite de los 10%, hacen música. En veinte dos años han publicado relativamente pocos álbumes, siete, esencialmente porque el colectivo da toda libertad a sus miembros para participar en otras iniciativas artísticas, sea en solitario o con otros grupos. El primero de ellos, Enter The Wu-Tang Clan (36 Chambers), fue como un terremoto en la industria rapera, porque por primera vez se imponía un grupo de la costa este.
El título hace referencia a una película de kung fu de Hong Kong, La 36ª Cámara de Shaolin, de 1978. El disco está cargado de soul y beats pesados –en su acepción buena- y hoy en día sigue influenciando a muchos raperos como Jay-Z y The Notorious Big. A pesar de beneficiarse de poca publicidad, entró en los charts y vendió más de un millón de copias sólo en los US. Rolling Stones lo clasificó en el #387 de la lista de los 500 discos más grandes de la música popular.
Pero esto era sin contar con la mente muy bien amueblada de RZA. El líder y gran tesorero del colectivo, con ego a lo Ronaldo, se ha sacado de la manga una idea grandilocuente –de ahí mi rechazo a comparar a Sleaford Mods con el Wu-Tang Clan-, basada en la idea de “lo escaso cuesta caro”. En 2014, grabaron con mucho secretismo un álbum doble, The Wu-Once Upon A Time In Shaolin, del que sacaron un único ejemplar, colocado en un estuche extravagante de plata y encerrado en algún lugar del atlas marroquí.
La idea es ir desvelando la obra poco a poco en prestigiosos museos durante exposiciones temporales, para que cualquiera que pagara su entrada pudiera escuchar las 36 canciones del disco, calcando un nuevo modelo de negocio en el del arte. Así lo cuenta RZA: “El valor intrínseco de la música se ha reducido a cero –ahí le doy bastante razón-, cuando el arte contemporáneo alcanza precios desorbitados por el mero hecho de ser único. La creatividad de músicos como Kanye West o Dr. Dre no tiene el valor de artistas como Warhol o Basquiat y es lo que hay que cambiar”. El debate está servido.