Durante esta noche del jueves al viernes, desde Argentina entró aquí un visitante que no desconectó hasta leer cerca de 450 posts de los 674 que el Tomate –yo- había publicado hasta la fecha. Dos tercios del total; creo que ostenta el récord de entradas leídas en una sola conexión.

Digo yo que le gustaría la selección de discos y mi particular visión de cada uno de ellos. Claro que con este tipo de visitante uno se siente alabado. Yo le dejaba el coche para salir esta noche sin problema, hasta le llenaba el depósito y le dejaba una bufanda –escocesa-, que hace frío. Pero no sé nada de él o ella, ni su edad, ni su ciudad, ni sus gustos, ni por qué se levanta cada mañana; frustración. No sé lo que buscaba en google que le llevó hasta aquí, ni qué grupo hizo que se cansara y tirara la toalla, después de leer en pocas horas el equivalente a un libro entero.

Con una artista a lo Laetitia Sherriff se toparía y desistiera. En esta lista de 1.000 discos de 1.000 artistas que pretendo cerrar el próximo tres de noviembre de 2015, aún teniendo en cuenta que me han de gustar en un 99%, no puede haber sólo músicos y grupos conocidos, es imposible. Coge la lista de los 500 álbumes más grandes de la historia de la música popular establecida por la revista Rolling Stones, estoy convencido de que no conoces a una cuarta parte de ellos. Así que con el doble de álbumes, tiene que haber muchas Laetitia Sheriff.

Venga dilo, ¿quién c…. es Laetitia Sheriff? Y yo qué sé. Lo más probable es que sea una de estas artistas que posiblemente provoquen que se vayan -o que directamente no entren- los visitantes en este blog. Pero, ¿por ello es menos válida la artista o la propuesta musical? Bueno, en el caso de esta francesa, eso creí durante las primeras escuchas. “Plasta de tía”, esa fue mi primera reacción. “Coñazo de artista”, la segunda. “La madre que le parió”, la tercera. A partir de la cuarta dejé de soltar tacos y me empezó a gustar de verdad su disco.

Es cierto que desde el principio, algo me gustó. Pero no supe decir el qué hasta que dejara de pensar en esta chica como en la típica intelectual parisina que se harta de comer latas de sardinas cruzando los dedos -sin que se viera- para que un príncipe azul le propusiera firmar un contrato de producción y distribución con manchas de chili con carne y vino verdejo. A mi no me mires, me gusta tanto el chili con carne que no dejo que se caiga nada, ni en un contrato de papel arrugado.

Para ir al grano, Laetitia Sheriff es una cantante de rock francesa que se dispone desde 2004 a construir una carrera musical sin que casi nadie se entere. Ella dirá que le importa un pepino, yo añadiría que no se lo pone fácil, y no lo digo porque tengo una receta basada en pepino que mola an egg. Na, quiero decir, para qué renegar de unas buenas royalties alimenticias sólo por no querer estar en la foto de la industria, es una tontería, a mi juicio. Hay cantidad de artistas sinceros que no han variado un ápice su arte y que aún así viven perfectamente gracias a su capacidad a crear una música que no gusta a todos, pero lo suficiente como para poder seguir dedicándose a ello, como en cualquier actividad profesional.

Total, sábado rece de diciembre, te dejo con siete temas del tercer disco de Laetitia Sheriff, publicado hace mes y medio, Pandemonium, Solace & Stars. Requiere varias escuchas –lo digo por si crees que te va a gustar a la primera sólo porque lo diga yo-. Lo bueno es que colabora en él Olivier Mellano, aquel guitarrista de la sombra del que dije que, de tener tetas y ser rubia, podía perfectamente optar al single del verano con The Best Death –post del 15 de junio de 2014-. Rock’n’roll.