Venga… y una de mi infancia, ¡una! Downtown, de Petula Clark. ¿Te acuerdas, no te acuerdas? Calla, es mi blog. A ver, luego te cuento, resulta que al indagar sobre ella, me he dado cuenta de que estaba bastante equivocado. Y eso que de chiquitín la escuché lo que no está escrito. Sobre la canción, Downtown, la verdad es que hay poco que contar, pero he de hacer como la wiki que tiene dedicada, la génesis parece sacada de un corto de Albert Hitchcock –Albert, el hermano del otro-. Vaya, ni Kevin Le Carré -Kevin, el hermano del otro- lo hubiera contado mejor. Pero lo más importante son sus gafas, hay una foto de ella en blanco y negro, del año 1966, en la que se la ve con gafas cuadradas, exactamente las que ando buscando desde hace años y que nadie se ha molestado en regalarme, ay que ver. Petula, si me lees, a cambio de tus gafas, te doy mi vinilo 45t de Anita Ward, Ring My Bell. Venga no te rías, aparte de que qué más te da, ya tienes más de 80 años… quiero decir, no me mal interpretes, hoy seguro que un buen Ring My Bell te aporta más que unas gafas de sol cuadradas… Tú di que sí ays…
Petula Clark es inglesa, nacida en 1932. Cantaba desde muy pequeña, en la parroquia de su barrio. Un día de octubre 1942, en plena segunda guerra mundial, con tan sólo nueve años de edad, Clark hizo su debut en la radio mientras asistía a un programa de la BBC con su padre, con la esperanza de enviar un mensaje a un tío destinado en el extranjero. Pero la emisión se retrasó por un ataque aéreo y durante el bombardeo, el productor pidió que alguien se propusiera para entretener al público asustado. Ella se ofreció y dio una representación improvisada que recibió una calurosa acogida. A partir de ahí, repitió su actuación más de 500 veces para la audiencia de la radio, en programas diseñados para entretener a las tropas. En paralelo, para que veas si la chavala venía preparada, recorrió media Inglaterra con otra niña cantante, Julie Andrews –sí, la de Mary Popins-, e incluso llegó a producirse ante George VI y Churchill. Se la llamaba la Shirley Temple inglesa.
A que es una bonita historia, ¿verdad? Pero no acaba ahí, durante los siguientes quince años, le pasan unas cosas –cine, música, etc- que, aunque no interesen mucho, hacen que un día de 1957, la invitan a dar un concierto en el Olympia de París. El público parisino se enamora de ella, hasta tal punto que a los pocos días, ella se encuentra en las oficinas de la discográfica Vogue, firmando un contrato de distribución frente a un señor que pronto se va a convertir en su marido, Claude Wolff. Celebraron la boda en un pueblo galo que históricamente se presta para todo tipo de broma, Bourg La Reine, en lenguaje coloquial algo así como Cepíllate a la Reina. Para una inglesa recién casada con un francés, todo un símbolo –Petula te queremos, por ser tú, con el Anita Ward, añado un Joan Baez, There But For Fortune-. Y fíjate si la Petula es una mujer con suerte –bueno vale el marido también-, hoy ambos siguen como marido y mujer, felices, viviendo en Suiza –venga ya, no preguntes por qué-, padres de tres hijos. Hace dos años, celebraron sus cincuenta años de matrimonio. Ya, qué quieres que te diga, estas cosas a mi me emocionan.
En 1964, se hizo antes que los Drifters con la canción Downtown, compuesta por un tal Tony Hatch. Yo siempre creí que la canción se había dado a conocer en un Eurovisión de por ahí, pero no, cero patato. A partir de este ataque de genialidad, desarrolló una carrera internacional que la mantuvo activa muuuuuuchos años, hasta su retiro neutro, colaborando con decenas de artistas. No es Led Zeppelin, como ayer, pero el Downtown, a veces y muy a pesar mio, lo tengo en los genes, no lo puedo remediar.
Me encanta.
Y a mi!
Pingback: Michael Giacchino – Lost | Un día, un disco.
Pingback: Dusty Springfield – The Look Of Love | Un día, un disco.