Volvamos al aire libre, dejemos los barbudos retrasados mentales de ayer, e interesémonos por un imberbe de quince años. Hermie, así se llama, con sus dos amigos de toda la vida, pasa el verano en la isla de Nantucket, en frente de las costas de Massachusetts –es extremadamente difícil escribir bien este estado americano, yo lo consigo, paz en el mundo-. Estamos en 1942, verano del 42, la segunda guerra mundial hace estragos a 6000 kms de aquí, pero Hermie tiene otras preocupaciones. Le hierve la sangre, no tanto por el calor de fuera, sino por las chicas que le rodean. Se levanta febril, acorralado por miles de tetas felinianas, y se acuesta enfermizo, perseguido por cientos de culetes joviales –yaaaaaa, y quéééé, es asíííí, yo también pasé por esto-. Hasta que un día se queda fulminado –y atontado bien hay que decirlo, es algo horripilante el chaval- después de ver a su vecina de playa.
La vecina mola, claro está. Tiene el doble de años que el pobre Hermie, al que sus amigos tienen que venir a arrancar de la duna, cuando ya llevaba 4 días petrificado en su toalla de los Nets. Babeando. Una sonrisa idiota en la cara. El nirvana veraniego. “Me puedo morir”, se le puede oír gemir de vez en cuando. Quien sí ha fallecido es el marido de la moza en cuestión, al igual que miles de sus compatriotas mandados a Europa en socorro de un continente a la deriva. Así que cuando él se entera de la triste noticia, la consuela durante una noche, como haría cualquier hombre con su amada, pero cuando se despierta al día siguiente, ve como ella ha desaparecido, para siempre. Buf, pobre Hermie.
De hecho, parece que Verano del 42 fue una película nefasta para casi todos, menos el compositor de la música, el francés Michel Legrand. Después del golpe maestro que representaba la película, a Gary Grimes –Hermie- no se le volvió a ver, o casi. A Jennifer O’Neil le pasó tres cuartos de lo mismo, más o menos. El Director, Robert Mulligan, después de ser nominado por segunda vez a un Golden Globe Award, nunca más volvió a brillar. Así que de la película queda una BSO hermosa, nostálgica a más no poder, que le valió a Michel Legrand el segundo Óscar de su carrera.
Michel Legrand, hijo del compositor Raymond Legrand y de la hermana del Director Jacques Hélian, estudió el piano y la composición en el Conservatorio de Paris, de 42 a 49, recibiendo clases de la mismísima Nadia Boulanger –buf, me hago viejo, es la tercera vez que se habla de ella en esta semana-. Su hermana Christiane fue miembro de la banda de jazz Double Six y las Swingle Singers, durante los años 50. Después de la segunda guerra mundial, dedica varios años a mejorar su estilo y el aprendizaje de varios instrumentos. En 1951 empieza a componer y arreglar temas para orquestas de su padre, quien le introduce en el mundillo de la chanson “ligera”, como Maurice Chevalier. Tres años más tarde, un disco con versiones jazz de canciones francesas, publicado por el sello americano Columbia, es un tremendo éxito, con más de ocho millones de álbumes vendidos. En los años siguientes, se codea con los más grandes, Miles Davis, John Coltrane, Bill Evans, convirtiéndose en el primer europeo en trabajar con los maestros del Jazz.
A partir de 1960, cambia radicalmente el rumbo de su carrera y empieza a dedicarse totalmente a la música de películas. Al principio para Directores franceses –Agnes Varda, Jean Luc Godard, Jacques Demy, etc-. Después de conocer la gloria en Francia por la BSO de Les Parapluies de Cherbourg, decide probar suerte en los US. Contando con la amistad de Quincy Jones y Henry Mancini, Michel Legrand logra hacerse un hueco, empezando por la BSO de El Caso de Thomas Crown, que le vale un primer Óscar. Dos años más tarde, recibe el mismo galardón por Verano del 42 –se llevará una tercera estatua por Yentl, con Barbara Streisand, en 1983, y culminará con veintisiete Grammy Awards en toda su carrera-.
La canción principal de Verano del 42, que dejo para escuchar, me es muy especial, por nada en particular, simplemente me suena tremendamente nostálgica y emocionante. La película es indiscutiblemente bonita, pobre chaval, pobre mujer, la vida es una mierda, ¿verdad?
Escucha Verano del 42, de Michel Legrand
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Inigualable…hermosa música, de ensueño… algo así hoy por hoy, difícil encontrar…
Bueno, hay que bucear. En este blog hay decenas o cientos de ideas, coge las que quieras. Y gracias por venir hasta aquí.