Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah.
Pedazo de alcornoque Fiouck. Aaaaaaaaaaaaah. Idiota imperdonable. Aaaaaaah. Cenutrio total. Aaaah. Cretino baboso. Aah…sno sideral. Tomate despachurrado. Bofetón y tres Pater Noster. Flagélame. Hazme kétchup.
Post #942.
Quedaban 48 y Prefab Sprout seguía ausente. Te importará un pepino pero para mi es lo más parecido a un crimen de lesa majestad. Sí, porque Paddy McAloon fue el Rey, el monarca absoluto de lo mejor de lo mejor de la música de la segunda mitad de los 80’s.
Al releer la entrada de anteayer sobre Destroyer, vi que Prefab Sprout no venía clicable como los otros grupos mencionados, más curioso aún sabiendo que los links los pongo a mano –no te creas que WordPress me facilita tanto las cosas-. Entré en el gestor de reseñas para añadirla y nada, no había forma de localizar a mi tan admirado Paddy McAloon, autor de uno de mis álbumes preferidos de toda la vida. Busqué y rebusqué de mil formas posibles porque no me fío de cómo escribo los artistas a veces, y no me lo podía creer… me había saltado a Prefab Sprout.
Sería como tener un blog sobre, por ejemplo, “Mentirosos Compulsivos”, y no poner a Aznar. Quedaría cojo, como que incompleto, poco fiable. 941 ocasiones de publicar Jordan: The Comeback y… cero patato. Incomprensible.
Mientras escribo estas líneas estoy re-escuchando el álbum entero. Qué maravilla. Sé que utilicé la palabra unas cuantas veces para referirme al trabajo de algunos artistas, y créeme que la borraría para darle la exclusiva a este álbum. Cuando salió en 1990, me acompañó durante meses y meses a todas partes por las calles de París, los paseos dominicales, el metro, el trabajo, las huelgas continuas, las tardes perezosas. Mil veces lo habré escuchado, apretar el botón de play en el walkman era como insuflarse vida y darle sentido a todo.
Oh, claro que lo sé. Prefab Sprout, con este nombre imposible, casi infumable –brotes prefabricados es una posible traducción- sólo fue el Rey para unos pocos. Nunca llegó al gran público. A mi me invadió, me desbordó por todas partes. Hoy la emoción sigue intacta. Demostración virtuosa del talento de Paddy McAloon, cumbre de la maestría creadora de un músico con voz de terciopelo, genio que no encontró nunca su sitio a pesar de los continuos esfuerzos de su discográfica, que sabía mejor que nadie que tenía oro entre manos.
¿Oro? Venga ya Fiouck, no escatimes. Diamante. Platino. Rodio. Paladio. O cualquier metal precioso por descubrir, porque este álbum se podría publicar dentro de mil años y deslumbraría por igual. Un disco mágico, de la primera a la última canción. ¡¡Y contiene dieciocho!! 64 minutos de pop delicada y resplandeciente que alcanza la perfección en cada tema. Cumbre de la música intimista sin ser triste. Obra maestra absoluta.
Nunca legué a tener el vinilo, sólo cassette y CD. Estaba tan seguro de que era un doble, pero esta mañana mi sorpresa ha sido mayúscula al ver que no era así: 32 minutos de música por cara. Jordan: The Comeback me acompañará eternamente. Este era el propósito inicial del blog, la pequeña frase debajo de “Un día, un disco” decía al principio: Los discos que me llevaré hasta el final. No tengo prisa por llegar, quiero seguir escuchando este disco muchos años más. Bálsamo para el corazón y la mente.
Me ha costado, pero he logrado reunir las 18 canciones y –i am the milk, di que sí-, las pongo en el orden del álbum. Tan sólo un par de peros: la sexta, la del título del disco, es una versión Live ya que el original está protegido y no se puede descargar. Y las número siete y ocho, que rinden un soberbio homenaje a Jesse James –“Symphony” y “Bolero”- están reunidas en un mismo audio.
Venga, quédate un rato en la cama. Dale al play y disfruta como pocas veces. Luego ya sabes, zumito y a misa.