Johnny Lynch tiene abundante barba de leñador canadiense. Lleva camisas de felpa y gorro de beisbol como cualquier leñador canadiense. Pero su voz no va acorde a su aspecto. Cuando canta, suena a leñador canadiense de mirada lasciva hacia sus compañeros en la ducha al finalizar la jornada. Porque Johnny Lynch no es canadiense, sino escocés. Ja, menuda tontería Fiouck, realmente no hay relación causa-efecto.
Johnny Lynch es el nuevo nombre de moda de la música indie folk. Curiosamente tiene una trayectoria claramente alterada por una falla espacio temporal, porque el disco que le está llevando a un inesperado reconocimiento del gremio se publicó en 2008. Su nombre de artista es The Pictish Trail. Con lo cual se puede afirmar que votó SI en la consulta soberanista escocesa del año pasado.
¿Por qué? The Pictish Trail se podría traducir por El Rastro Pictoriano. Los pictos eran las tribus que habitaban el norte de Escocia durante el primer milenario. Si uno se inspira en tan lejanos antepasados, no es para luego oponerse a la separación del vecino británico, digo yo.
De los pictos –con su propio idioma, hoy desaparecido-, se sabe poco, aunque hay bastantes leyendas y misterios alrededor. H.P. Lovercraft, Rudyard Kipling o Anne Rice, han escrito o mencionado a los Pictos en algunas de sus novelas. Hasta Pink Floyd los incluyó en una de sus canciones del álbum Ummagumma de 1969, “Several Species of Small Furry Animals Gathered Together in a Cave and Grooving with a Pict”, algo así como “Varias especies de pequeños animales peludos reunidos en una cueva y bailando con un Picto”. Estos hippies, desternillantes.
Johnny Lynch, ya que se trata de él, sacó en 2008 lo que fue su cuarto trabajo aunque primer álbum propio, Secrets Soundz Vol. 1. Al igual que los discos anteriores, apenas vendió, pero sí logró criticas ditirámbicas de la prensa especializada. The Times lo describió como “un disco esencial”. En 2010 sacó un nuevo álbum, In Rooms, que contenía 50 temas de 30 segundos, como parte de su proyecto “Cien días para ser mejor persona”. Un tipo raro el Lynch, aunque eso no impidió que hiciera de telonero de una escocesa de peso, KT Tunstall, en su gira 2010-2011.
En 2013, el sello londinense Moshi Moshi Records decidió darle una segunda oportunidad a Secret Soundz Vol. 1, encargándole algunas canciones más, para sacar el Secret Soundz Vol. 2. Ante el reto, Johnny Lynch decidió que necesitaba un ambiente propicio para componer y grabar. Por ello se instaló en la isla de Eigg, en la costa oeste de Escocia, en las Hébridas interiores.
Esta isla tiene una superficie de 30 km2 -Madrid ocupa 608 km2 de suelo, para que veas-. La habitan 67 personas, 68 durante la estancia de Johnny Lynch. Al ver fotos de ella, no sabes si echarte a llorar o maravillarte. Aunque diminuta, tiene una historia muy densa, constituida esencialmente de conflictos y dramas. Me gusta especialmente esta: en la edad media, una guerra entre los MacDonald y los Burger Kings MacLeods acabó con la vida del primer clan, después de que todos sus miembros muriesen ahumados en una gruta por una hoguera instalada por el otro clan, que claramente había estudiado EGB.
Así que en 2013 se publicó una reedición del álbum de 2008, con algunos temas nuevos. Desde entonces su nombre suena con cada vez más fuerza para ocupar un sitio en el podio del indie folk. El disco es bonito, nada que decir. Lo estoy escuchando mientras miro un vuelo directo Madrid Eigg. No hay. Estos de Iberia…