Llevaba toda la semana siguiendo una noticia que me intrigaba, la de un nuevo virus informático llamado Regin, del que los Symantec y Kaspersky de turno hablan “mil maravillas”. Por lo visto el bicho digital alcanza tales cotas de sofisticación y complejidad que, más que un virus, parece una revolucionaria herramienta de inteligencia. Después de llevar meses despotricándolo, siguen sin saber todo lo que hace ni entrevén la mitad de sus funciones. Explican que los recursos que se han empleado en desarrollarlo sólo se los puede permitir un estado –léase enemigo-. Wow, parecía una correcta novela de ciencia ficción.
Pero resulta que de Asimov o Dan Simmons nada, volvemos a la triste realidad de siempre, con el doble rasero de Inglaterra –iba a decir doble moral, pero UK no tiene ninguna-, y su jefe yankee. El virus fue “instalado” por estos dos países en la operadora Belgacom, para espiar con mayor facilidad a la Unión Europea. Me ponen de una mala leche, que se lleven su maldita isla al otro lado del charco –a ver si de camino se pierden por el triángulo de las Bermudas- y nos dejen en paz. Y si tenemos que prescindir de escuchar buen rock, pues escucharemos otras cosas, tango por ejemplo.
En mis primeros años en Madrid, iba con cierta frecuencia a un lugar de ocio nocturno –penosa expresión pero me chirría menos que discoteca- que me fascinaba, el Palacio de Gaviria. Parecía un palacete del siglo dieciocho y era tan grande que varias ambientaciones musicales convivían perfectamente. Una de las salas recónditas en aquel sitio bizarro estaba reservada para los amantes del tango. Podía quedarme un buen rato viendo las parejas bailando con esa sensualidad casi animal propia de esta música. Siempre me preguntaba si hubiera sido capaz de llevar a mi pareja de baile sin dejarla caer a los cinco segundos.
En aquella época ponían Astor Piazzola y Carlos Gardel, mientras que Gotan Project no era ni eso, un proyecto. Este trio internacional –un argentino, un suizo y un francés- se formó en París a finales de los 90. El primero, Eduardo Makaroff, era cantante y guitarrista a la vieja usanza; los otros dos, Christoph Müller y Philippe Cohen-Solal, procedían del mundo de la electrónica. Juntos compusieron un par de canciones “tango revisited”, al que añadieron una gruesa capa de marketing, logrando crear un buzz años antes de que se inventara la palabra. Así que en 2001, cuando salió el primer álbum, La Revancha del Tango, medio Paris lo esperaba como agua de mayo.
El nombre de la banda no se sabe si viene del vesre argentino de Río de la Plata o del verlan francés de los suburbios parisinos. Ambos términos se refieren al argot callejero que consiste en permutar las sílabas de una palabra, aplicando o no la inversión total para adaptar fonéticamente el resultado. ¿Me sigues? Vesre = Revés. Verlan = L’envers. Por ejemplo Tango se dice Gotan, en ambas jergas. Ays las cosas que uno aprende leyendo al Tomate cabreado, ¿verdad?
Gotan Project ha sacado otros dos álbumes desde entonces, siendo el último Tango 3.0 en 2010. Han vendido más de dos millones de discos en diez años, no está mal para un género más bien habituado a las películas cultas o los programas radiofónicos los domingos de solsticio a las cinco de la madrugada. Te dejo con cinco temas del primer trabajo de este trio. Hermosa música, brillantemente arreglada, emocionante. Un día que los ingleses no me hayan hecho subir por las paredes, hablaremos de Carlos Gardel y su Por una Cabeza. Wow, magnífica.
En esta misma línea es el trabajo de Bajo Fondo. Espectaculares. Lo recomiendo para este blog! 🙂
Habrá que investigarlos pues, no le suenan al tomate de cabeza hueca!
estas equivocado,estos chicos han sonado, y mucho, y bien,en radio 3,en toda la franja horaria incluyendo el ¨praintaim¨Aunque hay mucha electronica no se pierde la emocion,encanto,sensualidad…un10
Me refería al tango en general, no se escucha mucho, una pena.
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