Perry Blake – Perry Blake

Imagina un poco, un día más o menos lejano en el futuro. Se ha cumplido lo que todos intuíamos que podía pasar, se nos fue de las manos y pum, ya no existimos. Quiero decir, los humanos, nos hemos volatilizado –mala suerte para el Madrid, justo el día antes de optar a ganar su duodécima Champion’s y así igualar al Atleti-. Mucho tiempo después, el planeta, que nos agradece de verdad el habernos extinguido, recibe la visita de unos tipos de fuera, bastante raros según los criterios actuales, pero en fin, ya no estamos para dar lecciones. Vienen de allá muy lejos vamos. ¿Ves Tatoon? Pues mucho más lejos aún. Exploran, cavan, remueven, seleccionan viejos vestigios nuestros y llenan cajas enteras –de estas que flotan solas, mola- y se lo llevan a su nave para triturarlos.

Observan, auscultan, descifran, destripan, pasan por escaneres miles de objetos rescatados. Entre ellos se encuentra un viejo CD mío –fíjate tú si lo he buscado por todas partes y llegan unos con una pinta que parecen de coña y justo dan con él-. Pasan algunos meses paseando por toda la Tierra, y un día deciden que ya han visto bastante y prosiguen con su paseo espacial, después de llegar a la siguiente conclusión: “Como raza, los humanos valían una mierda, pero como músicos eran unos cracks”.

Es que claro, el álbum que encontraron no era uno cualquiera. Uno de los discos más brillantes de la década de los 90’s. Es un juicio de valor parcial, porque soy consciente de que, siendo joven padre en aquella época, durante buena parte de los 90’s la música no me pareció tan importante y me perdí un montón de grupos. Pero hoy lo escucho –el CD no, de verdad lo he perdido-, y me sigue pareciendo igual de grande.

Perry Blake

Perry Blake es irlandés, nacido en Dublin en 1970. Aunque en Irlanda sepan más que nadie de spleen y de malestar del alma, Perry Blake se pasó tres pueblos con la melancolía casi depresiva, y tuvo que buscarse otra tierra de acogida para dar salida a sus discos y encontrar un público afín. En Francia. Jo, no es que seamos así, gruñones todo lo que quieras, pero depresivos no. Lo que pasa es que con Baudelaire y Rimbaud, las chavalas galas llevan generaciones enteras suspirando por los efebos famélicos con mirada de perro abandonado.

Así que bien podría ser que a Perry Blake tampoco se le conociera mucho en España. Su primer álbum, homónimo, aclamado al otro lado de los pirineos, publicado en 1998, es una oda tenebrosa al desencanto, la tristeza y los desamores. Sonaba a un montón de Davides, Bowie, Sylvian, Byrne, a los que se les acabaría de anunciar que sólo queda cerveza sin. Un disco espantapájaros para almas no demasiado sensibles so pena de adelantarse al día arriba comentado.

Tan bien se encontraba en Francia que un día su discográfica le programó de telonero en la gira de la futura ex neo primera dama, Carla tramposa Bruni. Corría el año 2003, a Perry Blake no le gustó nada la experiencia de cantar su destemple existencialista frente a un patio de butacas lleno de notarios y abogados. Al año siguiente, hartito de siempre escuchar lo mismo, que si depresivo, que si crooner abatido, que si bleak irish, publicó California, su tercer disco, con la firme intención de ofrecer una nueva faceta de su personalidad, más alegre. Tierra trágale. No gustó a nadie.

Así que quedémonos con el primero. Te dejo con cuatro temas, si quieres ir al grano, escucha la suntuosa Anouska. Un enorme y hermoso disco.

 

 

 

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