Para conocer el grado de desarrollo de una civilización o una raza, no hace falta reunir a científicos, ni sociólogos, ni historiadores durante años, basta con hacer un test sencillo, llamado Test de Fiouck. Coge una abeja, una de estas que lleva veinte minutos dándote un auténtico coñazo revoloteando alrededor de tu bebida. Durante un tiempo que te parece una eternidad, mil veces te asalta la idea de espachurrarla con, o ahogarla en, el vaso. Si al final la has dejado ir, has superado el Test de Fiouck, eres un tipo listo, formas parte de una civilización evolucionada poco dada al hara-kiri.
Porque desde hace quince años, la humanidad corre un grave peligro y nadie –o casi- se inmuta. Una extraña enfermedad se está cebando con las abejas, en un fenómeno llamado Síndrome de Colapso de Colonias. Se calcula que en la última década, un 25% de las abejas ha desaparecido. Dices, menos coñazo en la playa con el mojito. Sin embargo, muchas de las ricas cosas que consumimos son fruto de la polinización ejercida por las abejas. Si se mueren, olvídate de manzanas, cebollas, aguacates, almendras, melones, pepinos y un largo etcétera de frutas y cucurbitáceas.
Así que, trata de recordar el Test de Fiouck siempre que puedas. Y escucha She Keeps Bees mientras llevas un bol de coca-cola debajo de la colmena.
No sé si este dúo indie folk rock de Brooklyn está al tanto de la próxima extinción de la humanidad, pero me consta que la cantante está tan contenta con su apellido –Larrabee- que ha buscado un nombre para su grupo que incluyera la palabra Bee, hasta encontrarlo. Anda que no había opciones, pero bueno, She Keeps Bees no está mal.
Hace un mes, Jessica Larrabee y Andy LaPlant –que hace a la vez de novio, co-fundador, batería y letras- publicaron su cuarto álbum, Eight Houses. Quien dice cuarto asume que antes hubo tres más. Pero no los he escuchado y si te soy sincero, hasta hace pocas horas no sabía de esta banda.
Cuentan que antes de conocerse en 2006, Jessica Larrabee trabajaba en un bar, mientras componía temas en casa, aguardando un sitio para el hada buena. Un día, más que el hada buena, se presentó en el bar un chico buenorro para tomar una cerveza. La Jessica usó todos los trucos femeninos para que se fijara en ella, es decir, no le hizo pagar la cerveza.
A partir de ahí, se encerraron en casa de él para –mal pensado- crear y componer temas, montar demos, auto producir CD’s que sólo se vendían en una única tienda de Brooklyn. Por suerte, el representante de un sello inglés dio con el CD y les ofreció firmar un contrato de producción y distribución. Cosa que aceptaron instantáneamente, aunque no por ello su situación haya mejorado mucho. Reconocen que apenas logran vivir de ello, peor después de que ella tuviera que dejar su empleo para poder salir de conciertos. La vida del indie bohemio no es fácil.
Se les ha comparado muchas veces con PJ Harvey y Cat Power. Humildemente, en una entrevista que dieron a un medio francés hace algunos años –las fuentes de información son escasas-, reconocen que no habían escuchado nunca a ninguna de las dos. Pero sabían que la comparación les alababa. Yo, que he escuchado a las tres, no creo que se parezcan a PJ Harvey. O muy de lejos, pero a Cat Power un poco sí. La voz de Jessica Larrabee es muy bonita y la música que tocan también. Te dejo con cuatro canciones de este último disco que no tiene ni un mes. Mientras tanto, voy a llenar el bol de coca-cola.
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