España es un país formidable, no paras de aprender nunca. Todos los días te acuestas con la certeza de haberlo visto todo acerca de la necedad humana, y te levantas medio ignorante, como que todavía te quedan unas cuantas lecciones por aprender. Ya sé lo que vas a decir, vaya con el franchute, por qué no miras para tu país. Miro, miro, y estate tranquilo, me da la misma vergüenza ajena. Pero esta tarde, al leer los medios on-line de siempre, me encontré con un “tan mal no estaría para ir a la peluquería”, y me quedé asombrado –la palabra se queda corta-. ¿Alguien, de verdad, en su sano juicio, puede pronunciar esta barbaridad? Sr. Rodríguez, es usted ruin. No, perdone, quiero rectificar mientras pueda, es usted un mierda.
Venga, que este blog no se convierta en una crónica social del país, con un post diario no daría abasto y hay gente que lo hace infinitamente mejor. Na, quedan todavía muchos grupos de los que hablar hasta llegar a la reseña #1000, aunque muchas veces me cueste un riñón encontrar a quien destripar –a mi manera-. Además hoy estoy súper feliz, porque gracias a mi amigo desconocido, Jorge “with two eggs” Martinez, aquel loco perdido que organiza conciertos contra viento y marea, por fin localice una canción que llevaba años buscando. Años.
The Jazz Butcher Conspiracy –a veces sin la última palabra-, fue un grupo de los 80’s que en ningún momento aspiró a ser conocido. Bueno, eso me gusta pensar y decir, cual romanticón. Igual hubieran matado a su madre con tal de conseguir un poco de reconocimiento, lograr ventas millonarias, llenar estadios y comprobar con media sonrisa cómo crecía la cola de fans dispuestas a todo en la misma puerta trasera del hotel después de cada actuación. En todo caso, todo esto no pasó.
En su lugar, nacieron y murieron –es una imagen, no llores- sin que nadie o casi se inmutara. En 1982, Pat Fish y Max Eider –no me preguntes mucho más acerca de estos dos- montaron una banda cuyo nombre se podría traducir por La Conspiración del Carnicero del Jazz. De hecho se ha de traducir así, no hay más tutía. Un año después, se emocionaron con un primer álbum, Bath of Bacon, que llamó mucho la atención de las revistas pero apenas la del público. En 1984 se entusiasmaron con el segundo, A Scandal in Bohemia, pero pasó igual. En 1985, se enfervorizaron con Sex and Travel, y… qué se le va a hacer. En 1986 se excitaron con la salida de Distressed Gentlefolk, y… ¿qué hay para cenar? En 1988 se embriagaron con Fishcotheque, y por fin llamaron la atención de alguien en el público… la mía.
A eso se le llama abnegación y perseverancia, ¿verdad? Realmente los escuchaba desde el primer álbum, aunque he de confesar que no de forma asidua. Me gustaba la variedad de estilos, todos más o menos rock, tirando a punk, funk, pop, algo de reggae. Producían una mezcla brillante y alegre, realzada por dos ex Bauhaus, David J y Kevin Haskins, y una casi devoción del líder Pat Fish, por Jonathan Richman, cantante de The Modern Lovers. Así que en 1988 sacan su quinto disco, y aunque no conoció mejor suerte que los anteriores, sí contenía un tema que poníamos en bucle para bailar, con el volumen al máximo, The Best Way. No la había escuchado en veinticinco años, hoy ya van veinte veces por lo menos. Tiene algo de The Magnificient Seven de The Clash, me chifla.
También te dejo con su particular versión de Roadrunner, de Jonathan Richman, wow. Ah, casi se me olvidaba, The Jazz Butcher está en concierto en Madrid el 12 de noviembre, en el Moby Dick, yo ya tengo mi entrada, en la zona de la barra.