Con un poquito de retraso sobre el resto del mundo, acabo de ver íntegro el vídeo de Happy, de Pharrell Williams. Habría que ser imbécil para no reconocer que es una canción genial. Yo soy un cretino, pero no un imbécil –hay un matiz-. Es la canción perfecta, con una alegría terriblemente contagiosa que pone a todo el mundo de acuerdo, lleves cresta o pelo largo, chanclas o botas, camiseta o corbata, Schott o chándal. La canción universal. Como lo fue hace pocos años I Got A Feeling de Black Eyed Peas. Y como lo fue hace casi 40 años Wooly Bully, de Sam The Sham & The Pharaohs.
De hecho, pequeña coincidencia de la vida, estaba yo viendo el vídeo de Happy cuando dije: el muy capullo le ha robado el sombrero al sargento Hartman, el de La Chaqueta Metálica. Seguro que recuerdas a este sub oficial brutal y grosero que se pasa el tiempo humillando a los reclutas, hasta que un día su víctima favorita le pega un tiro antes de pegarse otro. En la segunda parte de la película, se puede escuchar el tema Wooly Bully, mientras Matthew Modine, fotógrafo de guerra, está a puntito puntito de pelearse con un soldado un pelín irritado, vamos a decir. Es que Wooly Bully es mucho Wooly Bully, marcó toda una época con su alegría nerviosa, punto de encuentro entre el rock’n’roll y los ritmos Tex Mex.
La canción la creó Domingo Zamudio, americano con antepasados mexicanos, nacido en 1937 en Dallas. En la primera parte de los años 60 en los US, era difícil no conocer a este singular personaje, que siempre iba vestido con trajes de lentejuelas y llevando un turban muy vistoso en la cabeza. Dijo que se había inspirado en Yul Brynner en Los 10 Mandamientos –no sé lo que se tomaría antes de la película, porque confirmo, Yul Brynner iba con toga- y desde entonces no se le conocía otro atuendo. Montó The Pharaohs en 1961, después de empezar tocando en una formación con Trini López –que a pesar de su nombre era chico, más conocido por haber sido el que más alto llevó la canción If I Had a Hammer en 1963-. Después de sobrevivir a la falta de éxito, los cambios de músicos y las penurias –ellos mismos financiaban las sesiones de estudio y la publicación de sus discos-, vio la luz a principios de 1965 con la composición de Wooly Bully.
Inicialmente se iba a llamar Hully Gully –el sumidero de Hully-, del nombre de una de las mil formas de bailar que se inventaron los yankees en esta época. Pero le dijeron que con este título se podía olvidar de triunfar, que ya bastante tenían con no entender nada de la letra –lo he intentado, pero es peor que el código Enigma-. Firmaron con el pequeño sello Pen, de Memphis, que pensaban darse con un canto en los dientes si algo vendía el tema. Más que vender, arrasó. Se convirtió inmediatamente en un éxito planetario. Sólo en los US se han vendido tres millones de copias del 45t en cuarenta años. Aunque siempre se interpuso otra canción para no poder llegar al #1 de las listas –primero Help me Rhonda, de los Beach Boys, luego Back in my Arms Again, de las Supremes-, sí consiguió el honor de ser el primer tema en vender un millón de discos en plena invasión pop inglesa. Se quedó dieciocho semanas en los charts y fue versionada o sampleada cientos de veces, incluso por los Clash en Capital Radio One. En Francia hubo una versión idiota llamada “Roulez Bourrés”, algo así como “Conducid borrachos”. Ays…
[¡Champagne!, WordPress ha arreglado el bug que me traía de cabeza…]