Hoy estoy de promociones, operación “lee uno y llévate dos”. Un Día Dos Discos. La verdad es que no era mi intención apartarme de un modelo inmutable desde hace 477 días, pero es que la banda en la que había pensado para hoy no da mucho de sí. Y no quiero que luego diga la gente, “este Fiouck, pedazo de vago, así yo también llego a 1.000 posts” –ya, eso me lo dices a la cara delante de una copita de vino, pagas tú, listillo(a)-. Así que hoy toca la apasionante vida de dos combos, rica de mil aventuras y anécdotas, impulsores de miles de vocaciones, con una parcela vitalicia en el altar y presencia destacada en las biblias de la música popular.
Es de coña, claro. Yo me acuerdo porque es mi deber y porque tengo mi edad. Pero los que no llegan a, digamos, cuarenta, dudo que sepan quienes son Matt Bianco o Basia Trzetrzelewska. Fijate las cosas como son, ayer salí airoso del uso de la palabra “reivindicativo”, hoy saco trzetrzelewska sin despeinarme. La palabra polaca que más me cuesta pronunciar; eso sí, empatada con otras dieciocho mil. Pero vamos por partes, que luego la liamos.
Todo empieza en 1983, cuando Mark Reilly, Danny White y Kito Poncioni forman la banda Matt Bianco, después de salir de un grupo raro raro raro, llamado Blue Rondo A La Turk –los de Me and Mr Sanchez, aquel tema que se hizo famosillo durante el Mundial 82-. A los pocos meses se hacen con los servicios de una polaca del mundo, expatriada primero en Chicago en 1979 para luego establecerse en Londres en 1981. Ella tenía un recorrido pop rock impresionante, por lo menos según los criterios polacos –¿creo haber escuchado alguna risa tonta en el fondo?-, llegando a formar parte de algunas de las bandas locales famosillas –Astry, Alibabki, Perfect-. Total, congenian y se ponen mano a la obra.
Matt Bianco tuvo su pequeño momento. Inspirados en Sade, The Style Council y Everything But The Girl, se inventaron un estilo propio, probablemente demasiado sofisticado o elegante para triunfar como pudo hacerlo Madonna, por ejemplo, en la misma época. Fusionaron el jazz con un toque latino pop soul de lujo, sirviéndonos algunos hits que alegraban los oídos. Con unos arreglos cuidadísimos y un tono festivo, ahí estaban More Than I Can Bear, Get Out Of Your Lazy Bed y un par de años después su último éxito, Yeh Yeh.
Pero no duró mucho esta relativa gloria. El repentino ocaso del grupo lo provocó la marcha de Basia Trzetzelewska –me quito el sombrero ante los que se han dado cuenta de que falta una r en el apellido-, que quiso intentarlo por su cuenta. Recuperó su nombre y sacó un álbum enterito llamado Time And Tide, en 1986. Los números logrados le dieron la razón, ya que sólo en los US vendió más de un millón de copias. Yo lo escuché mucho, era un álbum con mucho talento, unas melodías y arreglos muy buenos. En la misma línea que el de Matt Bianco, con más emoción que alegría, en la que se le devolvía a su voz todo el protagonismo.
Luego siguieron parte del camino por separado, antes de volver a reunirse para el disco Matt’s Mood, de 2004. Hoy siguen por ahí; no son estrellas, pero qué más da, he pasado parte de esta mañana con muchas de sus canciones, me doy cuenta de que no han envejecido un ápice. A esto yo lo llamo talento.