Lykke Li – I Never Learn

No es Likke, sino Lykke. Claro, un sueco te diría “se escribe como se pronuncia”. Claro. Hasta hoy, siempre que yo mencionaba a esta cantante con hielo en el pelo, estaba mal escrito. Como si de otra se tratara. De todos modos ella está acostumbrada, según dice, su carrera es un gran malentendido. Desde que a un DJ belga, The Magician, se le dio por sacar un remix de I Follow Rivers, mega hit que permaneció una eternidad en los charts dance de Europa, la gente se cree que Lykke Li es una cantante pop entre David el Jeta y la canción del verano, una chica ligera y alegre. Nada más lejos de la realidad.


Lykke Li bien podría ser la hija de Robert Smith y Elizabeth Frasier, cantante de Cocteau Twins. Va arrastrando un pasado amargo y parece deleitarse con ambientes plomizos. De pequeña, vivió largas temporadas fuera de su Estocolmo natal, en Portugal, Marruecos, la India y Nepal. Genial para los recuerdos fotográficos, pero para una adolescente inquieta, despertarse todos los días con el Everest a un tiro de piedra, no sé no sé. Insiste en que lo suyo no son las macro discotecas, sino las salas intimistas, poca luz, para que no se le vea llorando. No para de llorar, porque no para de romper con sus chicos. Fiuuu… Oye, igual es súper pesada y no hay quien la aguante. Así que cuando sale de una ruptura, se marcha a vivir donde no hay recuerdos, y se pone a componer. La última vez fue hace dos años, cuando salió deshecha de Estocolmo para ir a Los Angeles. In Laurel Canyon no one can hear you cry, pensaba –menos los ricos, que esta es una zona residencial-.

Lykke Li - I Never Learn

Allí tardó lo suyo en componer lo que es su tercer disco, I Never Learn –nunca mejor dicho ¿eh?-. Antes de entrar en el estudio de grabación, a finales de 2013, cuenta que pasó horas y horas recorriendo en coche –todo menos un Volvo o un Saab- los bulevares de la ciudad, sin principio ni fin, bajo un cielo azul inamovible. Cada uno su técnica para las sesiones de introspección. Y mientras iba añadiendo su pequeña contribución a la disminución de la capa de ozono, imaginaba letra, tarareaba melodías, componía arreglos y cuando supo que tenía nueve canciones listas, llamó a su amigo Björn Utting –el de Peter Bjorn and John– para producir I Never Learn con ella.

Es un disco muy bonito, nadie esperaba menos. Bueno, nadie a quien le vaya este tipo de música. Póntelo para dormir, no para sacarte de la cama, es probable que vuelvas a roncar felizmente. Lo abre la hermosa y no obstante pegadiza No Rest For The Wicked –no hay descanso para los malvados-. La acompaña un vídeo visto ya más de un millón de veces en un mes, en el que una pareja parece vivir una historia de amor no del gusto de todos. Y luego la propia I Never Learn con violines melancólicos, Silver Line, con sus toques electro hipnóticos. En total, nueve joyitas tirando a tristes y melancólicas. Hasta el próximo.

 

 

 

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