Generalmente, el mejor truco para valorar el grado de trastorno de un cantante de rock, es mirar cómo se llaman sus retoños. En una escala de 0 a 10 –de menos a más chalado-, la mayoría de las estrellas de rock se sitúan entre 7 y 9. Gary Numan, él, no figura en este barómetro. Simplemente porque se ha saltado el límite, estará en quince por ahí. Raven, Persia y Echo. Así se llaman los pobres niños del cantante. A qué tipo de descerebrado se le ocurre llamar a su hijo Cuervo? Por mi que le puede llamar Pterodactyl, me la refanfinfla, pero ya me puedo imaginar los titulares, “El hijo de una vieja gloria rock de los 80’s salta por la ventana en busca de migas. Se estampó a escasos metros de ellas”. Tú que conoces personalmente a Gary Numan, dile que recapacite.

¿Wtf, no conoces a Gary Numan? Po vaya público que tengo. Algunas de sus canciones sí, por lo menos, ¿verdad? ¿Ni eso? Imposible. Enchufa el reproductor al final, ya verás como instantáneamente te vuelve en mente aquellos maravillosos finales de los 70’s y principios de los 80’s, aquella Thermomix musical con recetario infinito que procuraba sabores nuevos y exquisitos. Wow, qué bien te ha salido Fiouck para ser domingo por la mañana.

En 1979, Gary Anthony James Webb ya tiene veintiún años cuando publica Replicas, el segundo disco de la banda con la que lleva tocando y dando conciertos por Inglaterra, Tubeway Army. El primer EP no había funcionado, a pesar de tener algunos singles muy buenos, como Bombers o That’s Too Bad, con un sonido punk rock enervado. Replicas iba a seguir el mismo camino cuando en el último momento se cruzó con el hada buena, aquel elfo etéreo con chupa de cuero, Doc Martens impolutos y varita mágica para cambiar el rumbo de las cosas de los aspirantes a rockero. El disco había sido financiado por el propio padre del cantante –un tipo normal que su padre, que había llamado a su hijo Gary-; inicialmente iba a seguir con el mismo sonido post punk pero por casualidad se encontró con un sintetizador analógico Minimoog, y decidió darle un vuelco completo a su sonido y su música. Con Replicas, parece poco pero Gary Numan se acababa de inventar la Cold Wave, aunque por poco pasa completamente desapercibido, hasta que un día le invitaron a participar a Top of The Pops; ahí interpretó Are Friends Electric, primer single del álbum. A las pocas semanas tanto la canción como el álbum alcanzaban el #1 de las listas de ventas en UK y en muchos países europeos.

Are Friends Electric estaba basado en la novela corta de Philipp K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, tres años antes de que Ridley Scott hiciera lo mismo en Blade Runner. Recuerdo perfectamente lo novedoso que nos parecía el tema, el sonido de los sintetizadores a lo Kraftwerk. Y esta voz, como si se hubiera perdido por el camino al estudio y hubiera tenido que grabar desde una cabina de teléfono. El álbum tenía otra canción de éxito, Down In The Park, con la que repitió puestos. Pocos meses después sacó Cars, su tercer y último gran éxito, que le abrió las puertas de los US, país en el que se terminó instalando por temas fiscales –Bono, champagne, no fuiste el primero-. Después de esto, te soy sincero, le perdí la pista, igual que él. No, no digo que él me perdiera la pista, sólo que se perdió él solito. Tipo arrogante y pinta de Bowie de pacotilla, quiso retirarse a lo grande en 1982 anunciando que renunciaba a la música, pero a nadie le pareció importarle un pepino, por lo que intentó volver al ruedo por la chimenea, pero ahí se quedó pillado, culpa de un ego desmesurado. Y desde esta chimenea sigue componiendo y sacando discos, siendo el último del año pasado. Y dándoles nombres idiotas a sus hijos.

Hala, abre la ventana que hace bueno, sube el volumen, luego zumito y a misa.