Ayer whiskey con J J Johanson. Hoy whiskey con J J Burnel. Posts etílicos? Según. Pero con whisky no, lo mío es la ginebra, concretamente el Plymouth, aunque me está costando encontrarla. El whisky sólo lo probé una única vez en mi vida, hace muuuuuchos años. Cómo decirlo sin que suene mal… pillé una cogorza de tres pares de narices, la madre de todas las borracheras. Venga ya, no te hagas el listillo, todos tenemos una experiencia similar, para eso sirve la adolescencia, probar cosas antes de decidir con cuales te quedas. Ahora sólo con olerlo me entra pánico y tengo espasmos. El lado oscuro del puro malta. En esta época también probé a escuchar Jean Jacques Burnel, y con él sí me quedé.
Hace cuarenta años, una noche de lluvia y frio en Inglaterra –suena como un pleonasmo, ¿verdad?-, el joven Burnel cogió a bordo de su camión de entrega de pinturas a un menos joven Hugh Cornwell que hacía autostop después de volver de Suecia. El que llevaba el camión tenía tres pasiones: las chicas, la droga y las artes marciales. De hecho tenía planificado dejar las dos primeras y viajar a Japón para recibir la enseñanza del Maestro Oyama, un chalado del soplamocos circular con el pie. Pero Cornwell tenía un mejor plan, le propuso integrar su grupo de jazz rock, Johhny Sox, como bajista. Burnel, que llevaba tocando la guitarra clásica desde muy joven, aceptó –sigue sin saber todavía por qué, por lo visto-, agarró el bajo por primera vez en su vida y en tres semanas tocaba más que dignamente. The Stranglers acababan de nacer.
Ya lo he dicho por aquí más de una vez, es el grupo que más veces he visto en concierto. Van seis creo. Y el tres de abril, serán siete –Sala But, Madrid-. Esta pasión por The Stranglers no tiene nada que ver con que Burnel fuera hijo de una pareja francesa, simplemente desde 1977 hasta, digamos, 1983, sacaron los álbumes que escuchaba en bucle en casa. Era música punk rock muy bien hecha, aunque luego evolucionó hacia sonidos más suaves y melódicos. Basta con escuchar Peaches, del primer disco Rattus Norvegicus, para darse cuenta de que Burnel no iba de farol, la línea de bajo de esta canción es tremenda. Pocos grupos le dieron tanta importancia al bajo como lo hicieron The Stranglers. Otra razón más para explicar que tanto me gusten.
En paralelo a su carrera como miembro del grupo, Burnel tuvo –y tiene- una vida en solitario, produjo varios discos propios y ajenos. No tuvieron el éxito de The Stranglers ni por asomo, pero le servían de revulsivo al bajista para expresar sus propias ideas. Como hijo de franceses en UK, de joven había sufrido el racismo de sus compañeros de escuela y calle, lo cual terminó provocando en él –a parte de las legendarias peleas de las que casi siempre salía bien parado gracias a sus dotes por las artes marciales- que se sintiera muy europeo, más que inglés o francés. Quiso que The Stranglers se volviera europeo, en el sentido de mezcla de culturas y músicas, pero Cornwell siempre se oponía. Así que Burnel sacó sus propios discos, muchas veces con material desechado por la banda. La verdad es que no eran gran cosa. Pero un día nos dejó Le Whiskey, cantada en francés, para recordarnos que este brebaje puede ser tremendamente malvado. Puaj. Qué cogorza por dios.
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