Estaba yo plácidamente sentado frente a la pantalla, dudando entre Alphaville y Marc Bolan, entre repartir soplamocos o halagos, buscar la anécdota matona o desempolvar el altar, cuando me topé con C Duncan. Nada indicaba que fuera a tropezar con el primer disco de este escocés, pero el caótico internet es como el viejo GPS de mi coche: me hace coger rutas inesperadas.
Fiouck, gran procrastinador ante el eterno, pospone el debate para mañana. Hoy le voy a dar a mi pregunta favorita: ¿por qué hay tipos capaces de hacer estas cosas, y yo no? Ahórrate posibles respuestas, todos tenemos nuestros demonios. Pues sí, me hubiera gustado ser el autor de este álbum, con C Duncan todo parece tan sencillo.
Alumno aventajado de Frank Lloyd Wright, escuela donde Calatrava hubiera suspendido una y otra vez, C Duncan acaba de publicar un disco llamado a durar, una obra tan inteligentemente construida que inmediatamente entra en armonía con el entorno. Placer simple de las cosas hechas con gusto, verlas y vivirlas con el mismo deleite. Arquitectura con una A mayúscula.
“Dreamy-choral-soft-chilled-folk-electronic”, así define el artista su música. Escuchas Architect, y en especial Novices –soberbia- y te imaginas a un tío introvertido, tez gris, gafapasta, pelo dudoso, aspecto lastimoso y aliento de perro apaleado, mirando sus zapatos, balbuceando palabras incomprensibles, cansando hasta al más curtido de los periodistas.
Pues nada más lejos de la realidad. C Duncan es un tipo alegre, realizado y equilibrado. Hasta adora a sus padres, para que veas. Stephen Hawking lo llamaría una singularidad, estos momentos en la evolución del universo donde las reglas matemáticas y científicas no aplican. ¿De dónde sale?
Sus padres eran músicos clásicos, así que recibió una educación musical precoz, violín y piano –el día que encuentre a un músico que se formó con el triángulo me cojo un pedo-. No se le daba bien el solfeo ni las escalas, pero a la hora de improvisar y crear, era el mejor. Entró en el prestigioso Royal Conservatoire of Scotland, después de dudar –ja, un punto en común, bien bien- entre estudiar arte, música o arquitectura.
Al final plasmó sus tres pasiones en un disco, Architect, una única y magnífica exaltación de lo íntimo épico. Lo ha compuesto todo solo, desde su pisito –ventana abierta y sol radiante-, añadiendo minuciosamente, una tras otra, finas capas de sonidos, voz y arreglos. Hasta la portada es suya, partiendo de fotos aéreas de su Glasgow natal, y retocadas con un arte especial.
¡Qué clase! Logra lo que pocos, mezclar de forma sublime lo clásico con el dream pop más hermoso, lo baroco con la electro más suave. Qué descubrimiento Tomate cretino, cuánto me quiero. Willis Earl Beal y C Duncan en menos de una semana, i am the fucking milk. ¡¿Qué, sigo hasta 2.000?! Y una m…
El disco más infravalorado de todos los que se publicarán este año, así de simple. Y no voy a ponerte un link a mi blog, porque entonces tendría que elegir entre esas maravillosas canciones…
bueno, el de Willis Earl Beal tiene toda la pinta de pasar también desaparecido. qué se le va a hacer…
2.000 o 3.000… Seguirían siendo pocos para los que no tenemos la virtud de encontrar la aguja en el pajar. Gracias por buscarla cada día.
muchas gracias, un lindo comentario en toda regla!
pero de 1.000 no paso, lo lamento 🙂