Christopher Owens tiene una hermana mayor a la que le debe la vida. Debió también contar con otro hermano, pero este no tuvo a nadie quien le salvara. Murió de una neumonía, una enfermedad de la que hoy casi cualquiera sale ileso, ya no estamos en el siglo XVI. Quitando algunos, como los de Tordesillas y los padres de Christopher, cuyo calendario de papel amarillento sigue marcando otros tiempos, tan lejanos. Como miembros de la iglesia The Children of God, renunciaron a consultar a un médico y el chiquitín se murió.

Esta porquería de secta -llamemos las cosas por su nombre-, rehuye del “sistema”. Se refieren a la vida moderna y a todo lo que la rodea. La música, por ejemplo, estaba prohibida. Son los inventores del Flirty Fishing, un método de captación de nuevos fieles mediante prácticas sexuales. Las chicas y las mujeres desempeñan su labor de proselitismo llamando a puerta fría, con el permiso de su King –así se hace llamar el líder de la organización- para utilizar el sexo como arma de seducción. Claro, no es de extrañar que sus filas engrosen tanto, lamentables [taco censurado].

El pequeño Christopher creció en este entorno, acompañando a su familia errante de comunidades en comunidad, primero en los US y luego en Asia y finalmente en Europa. Con dieciséis años, mientras estaban en Eslovenia, su hermana le cogió de la mano y se marcharon de la pandilla esa de subnormales. Volvieron a Amarillo, Texas, donde Christopher trabajó de noche durante años como reponedor en un supermercado. Podría verse como un periodo de penitencia, cuando simplemente estaba tan desfasado por la educación recibida que no sabía hacer otra cosa.

Conoció a Stanley Marsh 3, artista, businessman y filántropo –y tanto, en sus últimos años de vida se le acusó de múltiples agresiones sexuales a adolescentes-, que le enseñó los rudimentos de la pintura. Después de nueve años en Amarillo, Chrisopher se marchó a San Francisco, con la firme intención de ser un famoso pintor. Y se hizo músico.

Descubrió rápidamente las bondades del sistema, léase alcohol y drogas. Aprendió a tocar la guitarra y empezó a componer sus primeras canciones. No le debió ir mal puesto que acompañó de gira a la banda The Holy Shit, formada por Matt Dishbeck y sobre todo Ariel Pink, más tarde conocido por su asociación con Animal Collective. Corría el año 2007 y decidió que por fin le tocaba lanzarse.

Montó primero el grupo Girls, con Chet JR White –¿no pueden tener nombres normales los músicos yankees?-. Sacaron dos álbumes en 2009 y 2011, que alcanzaron cierta notoriedad, en especial en Pitchfork, donde coló su música surf, psicodélica y rock influenciada por los 50’s y 60’s. Pero Christopher Owens se cansó rápidamente de los cambios incesantes de músicos –contó hasta 21 en cuatro años- y se separó.

Hoy ha emprendida una carrera en solitario. Saca discos como yo entradas en este blog, ya van tres en dos años. Además se ha hecho un nombre, mejor dicho una cara. En 2012 la marca Yves St Laurent le eligió para ser el modelo/músico de una colección para hombres y al año siguiente hizo lo mismo para H&M. Dice que se presta a este circo para cubrir las pérdidas originadas por la gira que siguió el lanzamiento de su primer disco, Lysandre.

En mayo de este año publicó el tercero, Chrissybaby Forever. No es una obra maestra, pero rebosa talento, imaginación y riqueza en las melodías, entre desencanto melancólico y falsa despreocupación. Sensible y humilde, su música no salta a la primera, pero después de algunas escuchas, te invade. Es simple y eficaz. Justo lo que uno necesita una mañana soleada pero con diez malditos y pobres grados.

[Uch, que llaman a la puerta, sé fuerte Fiouck, seguro que es una de The Children of God, peínate anda].