Jay Kay, cantante de Jamiroquai, es un tipo con múltiples facetas. La que le da de comer (música), la que le permite evadir impuestos (su colección de coches, no imponible) y la que le da vida más allá de sus discos (sus declaraciones intempestivas). A mi me gustan dos de tres, démosle un “aprobado notable”.
La que menos, el loco por los coches de lujo. Cada cual con sus pasiones, a mi ésta no me llama la atención. Mira: Ferrari Enzo, F40 y F355, Rolls Royce Phantom, Aston Martin DB 5, Lamborghini Diablo, Bentley S1 Cabriolet y Continental, y otros treinta coches más o menos caros. ¿Cuántos discos habrá vendido para poder permitirse semejante disparate de macarra rico? Eso sí, el muy capullo posee una auténtica maravilla, un Tiburón DS 21 descapotable, del mismísimo carrocero Chapron. Este coche es como el billete de 500 euros, sabes que existe, pero no lo has visto nunca. Se produjeron tan sólo 118 modelos, hoy quedan pocos en circulación y se venden por no menos de 200.000 euros los modelos en buen estado.
La que le hace simpático, el bocazas. Volviendo a sus coches, dijo una vez: “Todos son obras de arte, es una forma para mi de pagar menos impuestos porque no son imponibles”. O esta otra perla, refiriéndose al Honda Accord que conducía a diario a principio de los 2000: “Uno no puede comer caviar todos los días, a veces hay que conformarse con patatas”. El gremio al que pertenece también le inspiró en más de una ocasión: “un 18% de música y un 82% de marketing pésimo”. Cuando le quisieron invitar a participar a X Factor, se negó diciendo que no estaba por la labor de “ir en busca de una escocesa gorda que canta como mi madre para burlarse de ella, es Roma, los juegos del Circo, hay una crueldad increíble”. Y para terminar, la que más me gusta, sobre la evolución de la música: “Tuve la suerte de ser de los últimos en llegar antes de la crisis del disco, hoy los músicos han de ir como los cachorros del PP y no tomar drogas… otra época”. [Lo de los cachorros del PP es una traducción libre del Tomate].
Y la mejor, su música. Irresistible, di que sí. Se sacó de la manga un estilo casi propio, mezcla alegre de acid jazz, funk, soul y groove, con una voz suave inconfundible, casi femenina. De hecho cuando mandó sus primeras demos a principios de los noventa y después de ser rechazado como cantante de la banda Brand New Heavies –estos, más de treinta años después, seguirán comiéndose las uñas por su poca visión-, el dueño del sello se esperaba recibir en su despacho a una cantante negra afro-jazz. En su lugar, un tipo inverosímil, con sombrero alto, piernas saltarinas y sonrisa contagiosa.
No pretendió nunca ser el nuevo Marvin Gaye o cogerle el sitio a Stevie Wonder, sin embargo es lo primero que viene a la mente. Por lo menos a la mente del dueño del sello en cuestión, que después de publicar el primer single de Jamiroquai, When You Gonna Learn, le hizo firmar para ocho discos con Sony. El golpe magistral de Jay Kay. Ocho a la primera de cambio, ciencia ficción.
Pero el olfateador musical no se equivocó. Hasta la fecha se han vendido más de cuarenta millones de ejemplares de los siete álbumes de estudio del grupo. De ahí su colección de coches y esa otra de parejas, ambas de lujo. ¿Con qué álbum se quedará la historia? Elección imposible pero ya que escribo yo, te lo digo: Travelling Without Moving. Cierto, el más obvio, el de la portada tan icónica de los 90, donde se vislumbra su perfil con este casco a lo Obelix en una chapa tipo logo de marca de coches deportivos. Contiene la maravillosa Virtual Insanity, que no pasa de moda a pesar de haberla visto/oído millones de veces. Que aún así Stevie Wonder era otra cosa? Yo no he dicho nada.