Allah estará disfrutando. Mientras chupa pollas en su harén, con una botella de gin en el recto y viendo Thelma y Louise en bucle, sus esbirros asesinan a personas tan inofensivas como esenciales y vitales en París.

Han matado a Cabu y Wolinski –y otros diez ciudadanos más- dos dibujantes con los que yo crecí, con los que me abrí a la vida, con los que aprendí a amar a la gente por encima de su condición. Anarquistas, libertarios, revulsivos de una sociedad a la deriva; si bien me había distanciado de su ideario, me seguía sintiendo en seguridad mientras oficiaban.

Eran los guardianes de la más bella de las ideas de nuestras democracias, estas mismas tierras que barbudos podridos intentan contaminar con ideas putrefactas, tierras en las que llevamos siglos pagando caro el derecho a poder decir y escribir lo que nos da la gana, sea para reírnos a carcajada o para denunciar abusos, los que sean y los cometa quien sea.

Me siento dispuesto a pelear por mantener vivo este pilar esencial de nuestras vidas, porque hoy me siento violado. Han profanado el santuario, el de mi libertad a sentirme libre.

Seamos fuertes, levantémonos y no nos rindamos, no tienen ninguna lección para darnos, ninguna. Desapareced, malditos fanáticos pestilentes. Habéis tocado lo intocable. Quiero creer que este ha sido el atentado de más, el que os va a explotar en plena cara. En todo caso, cuando os moráis, no iré a escupir en vuestras tumbas; tengo otra idea, con algunas hojas del Corán en mano…