Después de 455 posts en este blog, me he dado cuenta de una cosa. Un hecho que ya intuía antes de iniciarlo: muchos grupos noveles, por muy presentes que estén en internet y las redes sociales -algunas de las que voy descubriendo poco a poco-, apenas tienen web propia, y cuando la tienen, no sale ni biografía. No es trivial, quiere decir que fundamentalmente no tienen nada que contar, sólo algo que vender. A mi, que soy de la vieja escuela y no paro de quejarme por el rumbo que toma la música, me parece que está perdiendo valor, por mucho que se multipliquen los grupos y estilos. Me mosquea que sea sólo entertainment –a parte de un mal negocio-. Claro que de vez en cuando viene fenomenal algo de pura diversión y marcha –la emoción merece un capitulo aparte-, no puede ser todo apuntar con el dedo y reivindicación. Pero coño, como mínimo podrían decir quienes son, de donde vienen y a donde van. Por lo menos me ahorraría buscar en otras fuentes.
Este es el caso de Milagres. Milagros en portugués, y eso que son de Brooklyn. McCulloch, Wilson, Leventhal y Schwortz, ningún apellido portugués. ¿Por qué pues se llaman así? Podrían contarlo en su web por ejemplo. Pero no, prefieren colocar 87 botones y links hacia tiendas on-line desde las que comprar sus álbumes. 86 de ellos nunca han sido cliqueados, seguro. Y el 87, por un ratón escurridizo. Total, poco puedo contar de esta banda de rock a medio camino entre la grandilocuencia y la exageración. ¿De verdad hay espacio entre ambas formas de hacer música? Poca, lo justo para alguna comparación con Coldplay, Muse, The Killers o Radiohead. Según el humor del día, comparación odiosa o complaciente.
Lo suyo es la música hypra melódica, épica, espectáculos para estadios de 80.000 personas y pirotecnia a lo San Silvestre en Dubaï, canciones estiradas hasta el infinito para la galería, con tal de hacer olvidar la pobreza de la propuesta. Pero de momento me temo que se tengan que conformar con chiringuitos de poca monta con una bombilla amarilla encima del escenario. Ojo, parezco un tanto negativo. Realmente es sólo fruto de la falta de información sobre este grupo; los acabo de descubrir, tienen dos álbumes en la mochila, siendo el último –Violent light– de hace dos meses.
Aunque no cuenten mucho, he encontrado una anécdota, vamos, por contar algo: nada más iniciar su andadura, la banda casi desaparece del mapa después de que su líder, Kyle Wilson, tuviera un accidente grave de alpinismo. Estuvo prostrado meses y meses en un hospital, tiempo que aprovechó para imaginar mil formas de poner fin a su sufrimiento –radical- y componer un montón de canciones repletas de euforia, de ahí el estilo de la banda.
Desde entonces se han calmado un poco, el segundo disco no es tan grandilocuente como el primero. Se deja escuchar bastante bien. Dudo que tengan un final feliz –económicamente hablando ya que su web está enfocada a ello-, pero me parece genial que lo intenten.