Llevo dos días con el trancazo anual y me pasa lo que a todos los hombres: tengo mala leche. No soportamos no estar al 100%, la más mínima molestia nos lleva a unas cotas de quejismo que las chicas suelen mirar atónitas o con esa sonrisa enigmática que luce esta mujer en un viejo spot tv para Golf, en el que se trae a casa su marido que sufre amnesia. Sí, esa misma sonrisa que cada cual interpretaba a su manera, sin nunca acertar. Total, estoy fatal; y ya que tengo el fin de semana fastidiado, te lo voy a jorobar a ti, con un dolor de cabeza llamado Animal Collective.
Animal Collective son cuatro colgados de Baltimore, con trece años de carrera comercial y diez álbumes, siendo el último de 2012. Enamorados del rock experimental, la música que produce este grupo debió quedar marginal, propia de una escena iconoclasta que no pretende otra cosa que pasarlo bien escuchando música diferente, original por decir algo. No problem, algunas veces de ahí salen cosas geniales. Sin ir más lejos, aunque eso sí hacia grupos que a mi me gustan, Devo empezó con un concepto de música conceptual rara, allá por los años 73 ó 74, antes de sacar el álbum más demoledor e irreverente de finales de los 70’s, Q: Are we not men? A: We are Devo!. Siguiendo su filosofía de siempre, los cuatro miembros de Animal Collective no andaban pidiendo hacerse un hueco y pasar de colocar cuatro discos –uno por madre- a vender cientos de miles, pero esto era sin contar sin el gurú todo poderoso Pitchfork.
En 2009, Animal Collective publica su octavo álbum, Merriweather Post Pavilion. Por razones personales, el guitarrista del grupo había solicitado retirarse un tiempo antes de entrar en el estudio, por lo que la banda tuvo que prescindir de guitarra y la sustituyó por samplers. Epifenómeno sin mucha importancia, teniendo en cuenta que la banda no se esperaba poner histéricas a las redacciones de medios especializados de medio mundo. Pero algún redactor de Pitchfork se encaprichó con el disco y le sacó la alfombra roja –la de los grandes acontecimientos-, poniéndole un incrédulo 9.6/10.0. La verdad es que no sé si fue el punto de partida, o si más medios ya se estaban haciendo eco de las supuestas bondades del álbum, pero de repente estuvo en boca de todo lo que el planeta cuenta de periodistas y bloggeros cool, léase indie insoportables. Que si cinco estrellas en Uncut, que si 4,5 en Allmusic, que si 9 sobre 10 en Popmatters, que si álbum of the year para Spin Magazine.
Hasta la fecha, Animal Collective tenía una fama bastante reducida, apenas salían de sus fronteras o como mucho en algún festival europeo puntero –y en el escenario alternativo-. Pero de repente fue tal la acogida del disco que lograron desbancar a los canadienses de Arcade Fire en el corazón de la manada indie. Uno supuestamente se define indie por odiar al borreguismo de la música pop, pero a veces se comporta igual o peor. Que conste que no me disgusta la música que hacen, pero le falta alma y emoción. Mucho collage, mucho efecto, mucho sampling. Hasta la portada del disco es toda una declaración de intenciones, utiliza un ejemplo de ilusión óptica del psicólogo japonés Akiyoshi Kitaoka. WTF?
En fin, he rescatado una canción del álbum para ti, sube el volumen, pon tu antifaz indie, luego zumito y a misa.
discarral. Y temazo, sí señor.
No está mal sí, pero escuchándolo lejos del bullicio mundanal indie, suena aún mejor 🙂
Me gusta volver a leer este artículo, entenderlo más de tres años después y (son)reír con mi comentario. Buena exposición de un grupo que dejó de gustarme hace ya unos años. Eso sí, el disco me sigue pareciendo un «discarral».
Un placer releerte, siempre eres una buena referencia.
Ja, te puedes creer que no la había vuelto a escuchar desde entonces? Sigue molando la verdad, aunque no sé nada de ellos ya. Cómo te va la vida? Y gracias por la parte que me toca!