Cuando era pequeño, durante las vacaciones de verano, me chiflaban un montón de cosas. Es más, me gustaban todas. La playa, las mañanas pisando la arena mojada de la noche, las noches pisando los recuerdos de la tarde, los helados de chocolate, las Chupa Chups -las de nata con fresa-, las chuches –todas-, el Club Mickey, las chicas –en el buen sentido de la palabra, ja-, el sol, las tiendas cuadradas en alquiler, mis amigos, las olas, las conchas doradas, los concursos Nestlé, el trampolín, el circuito del Tour con canicas, el tobogán, la merienda antes de que se caiga a la arena, esa sensación de libertad y de que todo va bien, nunca más experimentada.
Todo, me lo vivía y comía todo con unas ganas que cuando lo miras 40 años después, parece que algo intuías que iba a ir mal
Pero había algo que me fascinaba por encima de todo. Era la cita de las 12h. Cuando la voz sexy –esa era la imagen de lo que yo me hacía de algo sexy- de la mujer del “Sindicato de Iniciativas” abría el micrófono y se le escuchaba por toda la playa decir, después del ding dong, “il est midi, le syndicat d’initiatives vous souhaite un bon appêtit”. Ojo, hablamos de los 60’s, la Francia de De Gaulle, agosto, las 12h a pleno sol –los días de suerte- momento sagrado del aperitivo –kir, suze, pastis, vinito, etc-, poco antes de la hora de la comida. Vaaaaale que se pasaban, hoy no comería nadie a estas horas. Pero hablamos de una época lisa, atada a ciertas reglas que nadie discutía, cuando el pollo asado no dejaba de ser pollo asado y no un peligro potencial de la OMS. Y luego estaban las canciones que ponía esta mujer. Nada más colgar el micrófono, ponía música. Parece que algo me decía, a mi, en lenguaje encriptado que sólo yo sabía descifrar, “Fiouck, il est midi, escucha esta maravilla que te tengo preparada sólo para ti, que los otros son unos tontorroas”.
Ahí desfilaron muchos de los grandes. Los Rolling con el Paint it Black, My Girl de The Temptations, No Milk Today, de Herman’s Hermits, Mammy Blues de Nicoletta, y muchos más. Esta mujer anónima, con voz aterciopelada, seguro que tenía tetas grandes y acogedoras. No lo sé, no lo sabré, me gusta creerlo.
Y un día, puso Eloise, de los hermanos Ryan. Gemelos en la historia de la música popular hay muy pocos -lo que sí hay, son artistas con egos tan sobredimensionados que parece que son dos-. Los hermanos Ryan lo eran. Uno hacía de atormentado compositor –Paul-, el otro de guaperas intérprete –Barry-. Hijos de una cantante pop –Marion Ryan, bastante popular en los 50’s en UK-, se lanzaron a los escenarios en 1965 con algunos temas de cierto éxito. Pero da igual lo que hicieron antes y lo que sacaron después, importa Eloise. Cerca de 6 minutos de melodía dramática, casi barroca, con orquestación compleja, sin duda la canción de mis veranos de playa, cuando las chicas eran chicas, los bocadillos de mermelada sabían igual con arena, los amigos lo eran de por vida. Gracias, señora del micrófono de las 12h. Este blog es suyo.
Escucha entero Eloise, de Barry Ryan
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¡Qué bonito hubiera sido un reencuentro con esa mujer! O que al menos ella supiera cómo influenciaba a los polluelos. Ay, no, a los tomates.
Por eso a ti te lo decimos: ¡gracias!
La verdad es que pienso mucho precisamente en esto, se habrá muerto sin saber que el chiquitin que escuchaba las canciones que ponía se hizo mayor y un día decidió rendirle una especie de homenaje creando undia-undisco.net. Mi particular magdalena de Proust 🙂