Yo también me he aficionado a los drones. He fabricado uno, muy pequeñito. Tan diminuto y silencioso que apenas se ve cuando despega. No hace grandes fotografías desde el cielo ni ayuda a localizar vida en los escombros. Na. Es un killer, un asesino nato, tan frío y temible como Bardem en No Country For Old Men. Su único objetivo son los mosquitos. Tiene un sensor de zumbido y movimientos etílicos, cuando detecta uno, le escupe un gel paralizante. Una vez clavado en una pared, le corta las alas en mil pedazos, aparta sus patitas traseras y lo sodomiza mecánicamente y frenéticamente, haciendo inútil los últimos lamentos del bicho del diablo, “Fiouck lo juro por tu Elvis, te dejaré en paz”.
Al día siguiente, cuento los fiambres en el suelo. Me entra una felicidad difícil de describir. La misma que me provoca el último disco de The Maccabees, “fiambres” londinenses que irradian vida y sentimientos confusos de alegría épica y urgencia intensa.
No me esperaba dar con un disco de esta talla en plena apatía veraniega. Sólo hay dos formas de explicar el estreno de un álbum el 31 de julio: o eres un don nadie y te tienes que resignar a ocupar un hueco en la agenda de tu discográfica o eres un elegido y sabes que tienes entre manos un disco monumento y te da lo mismo cualquier fecha.
The Maccabees, cuyo nombre encontraron en la Biblia a pesar de reivindicar una y otra vez un marcado ateísmo, se está propulsando arriba del todo en las próximas quinielas sobre el mejor disco de pop rock 2015. Con Marks to Prove It, cuarto álbum de estudio, pasan de la categoría Pretendientes a la de Consagrados de forma fulminante. Enorme disco.
Difícil encontrar una canción que no sorprenda, sea por su fuerza vital o por su melodía pegadiza y trabajada con coros euforizantes. Tres años les costó sacarlo desde el anterior, Given To The Wild. Después de la obligada gira en 2012, entraron en una fase con trampa para muchos grupos con diez años de carrera: renovarse o morir. No quiero anticiparme sobre la muerte prematura de otras bandas similares, pero ¿qué pasó con The Killers, Keane, Kaiser Chief, The Vaccines?
The Maccabees está logrando no sólo renovar su música sino engrandecerse. Marks To Prove It es del mejor pop rock urbano –nada de bosques coloridos canadienses cansinos- que he escuchado en mucho tiempo. No hay ni una canción para tirar, Spit It Out o WW1 Portraits, Marks to Prove It o Kamakura, todas perlas embriagadoras y exultantes. Enorme. Fiouck feliz. Y mañana más fiambres en el suelo, esto es el nirvana.
¿Es lunes? ¡Spit it out!
Tus posts mejoran por momentos, el de los Cowboy Junkies y este me han gustado mucho. Enhorabuena!
Muchas gracias Pere! ¿Será que soy como el vino? O más bien la energía de la desesperación 🙂
lo del mosquito, es un poco penoso no? jajajajaja
Hay una familia que se ha instalado en mi dormitorio hace como un mes, me tienen loco, m… bichos!