No es ninguna noticia que la sangre azul me importa un pepino. Cada vez que puedo me meto con sus (in)dignos representantes, especialmente con la momia de Buckingham. Admito que es fácil, ella está acostumbrada y ya no se inmuta, la probabilidad de que me mande a sus sicarios está próxima a cero. Hay otros “reyes” con los que es más delicado. Como este que nos acaba de dejar para reunirse con sus once mil vírgenes –serán como mucho barriles de petróleo-, Abdallah Ben Abdel Aziz Al-Saoud, ex Rey de Arabia Saudí.
Cuando ambos se reunían, lo lógico era no tomar partido por ninguno de los dos. Pero resulta que el segundo ocupa un peldaño especial en la escala de “pacotilla’s kings”, el más abajo, especialmente por el tipo de vida que su reino tiene reservado a las mujeres. Así que te voy a contar una anécdota que le pone en evidencia. En 1998, durante un viaje oficial suyo al país del rock’n’roll, Elizabeth le propuso dar una vuelta en coche por los 243 millones de kilómetros cuadrados de su propiedad -el suelo británico es de su propiedad casi en su totalidad-, a lo que el saudí accedió con malas ganas. Salió el primero del castillo y se sentó en el asiento delantero, con el traductor detrás. Cuál no fue su sorpresa cuando vio cómo se sentaba al volante la mismísima Queen. ¡Una mujer al volante, ha llegado el día del juicio final! Ya solo faltaba que Allah diera positivo en el control a la entrada del pueblo. British Sense of Humour, mola…
Total, ¿por qué cuento esto? Porque me hace gracia, porque resulta perfecto para introducir al grupo de hoy -del que hay tan poco que contar todavía- y porque me viene fenomenal para acabar pronto la entrada. Se llaman Bad Breeding y es probablemente la última vez que oyes hablar de ellos.
Son la antítesis de la vida en azul. Todo rojo y negro. Trabajadores en una fábrica de día, músicos punk trash de noche. Lo suyo es dejarse la vida en el escenario, gastando toda la energía que no han invertido en su oficio. Sé que no te va a gustar, pero me parece vital que haya todavía chavales llevando alto la llama del desmadre rock’n’roll. A su lado The Clash suena como Melendi y Motörhead como Pablo Alborán. Sus canciones apenas superan los dos minutos y sus conciertos no llegan a treinta. Pero la experiencia es mil veces más gratificante que ver la campiña inglesa desde el Rolls de Elizabeth, queen of The Land of Rock.
Te dejo con el único single que he logrado rescatar del su primer EP, Age Of Nothing, que tiene pocas semanas. Hop, se acabó. Cómo mola…