Phildel tiene cara de pocos amigos que da miedo. En sus vídeos o en las fotos, siempre te mira en plan “escúchame idiota o te arranco los ojos”. Si sonriera, sería posiblemente muy guapa. He mirado y buscado, pero no sale nunca con sonrisa. Lo suyo será morder, abofetear con dos anillos en cada dedo o un rodillazo donde mejor ni pensarlo. Mirándole bien, también será capaz de un mawashi geri circular en la nariz. Sin despeinarse. Y eso que tiene el pelo muy largo y liso, como las asiáticas. De hecho su padre era chino. Y su madre irlandesa. Se te hace la luz? Pillas el por qué de su mala leche?
Pues no. Equivocado estás. Tiene mala leche porque ha tenido una niñez y una adolescencia muy infeliz. Del padre biológico se sabe poco, pero por lo visto no cuenta, ya que con nueve años, la pobre Phildel ve como su madre rehace su vida con un barbudo. Sí, uno de estos. Ays, no quiero aparentar lo que no soy, los que me conocen saben, los que leen este blog también, sólo me horroriza esta gente por su capacidad a negarle la vida a las mujeres, a ningunearlas. Ya se sabe que cuando te sientes débil, buscas un chivo expiatorio… Así que antes de cumplir diez años, Phildel hereda un nuevo padre, musulmán fundamentalista, que revoluciona la casa y la vida en ella. Se acabó el vestirse como sus amigas, se acabó el conservar como un tesoro cualquier pertenencia -de estas que cobran especial valor a esta edad, aunque sea el ticket de metro de cuando te sonrió aquel chaval rubio tan guapo de camino al zoo-, le cambió el nombre –Zara- y le prohibió escuchar música. Ahí estamos. Después de las mujeres, el barbudo se ensaña en prioridad con la música. Se le quitó el piano, el lector de CD, la radio. Cuando la tuvo reducida a casi nada, la hundió un poco más, convirtiéndole en una sirviente más. Asco de tío. Allah la tiene que tener muy pequeña para permitir estas cosas.
Total, que hasta los diecisiete años, Phildel no tuvo vida. Sólo volvió a respirar cuando se marchó de casa. Se refugió en la música, como remedio a todos estos años perdidos, robados. Se compró un ordenador y empezó a tocar, componer, hacer collage de audios y montar demos. Una de ellas llegó a las manos de un directivo del sello Chrysalis, y la enchufó para que pudiera grabar en el mismísimo estudio de Massive Attack. De ahí salió, en 2007, la canción The Kiss, bonita pieza de piano, que Apple utilizó durante toda la campaña del el iPad3. Sacó otras canciones, editadas en EPs, que curiosamente van a encontrar casi todas una salida similar –Marks & Spencer, Persil, Omo-. Acostumbrada a vivir humildemente, reinvierte todo en equipar su propio estudio de grabación, audio y vídeo. Publicó un primer disco, llamado Qi, energía en chino, y luego un segundo álbum, The Disappearance of the Girl, en marzo de 2013.
No arrasa en los charts. No vende muchos discos. Tampoco hace una música fácil. Ella apuesta por lo etéreo, cuando la época es la del todo bum bum, como los infumables gaga y guetta. Aún así tiene una legión de fieles, que adoran su voz clara, el ambiente un tanto oscuro de sus vídeos, algo de espiritualidad, por no decir mística. La producción es muy buena, los arreglos también, en mis tiempos tuvimos Kate Bush, ahora tenemos a Phildel.
Pero por dios, que alguien le devuelva la sonrisa.
Escucha algunas canciones de Phildel